Para los hermanos de batallas pasadas...
Sonará cursi, pero hace cinco años perdí a uno de mis grandes amores. Ese recuerdo sigue plasmado en mi vida personal y laboral, y sigo definiendo ese tiempo como uno de los mejores de mi corta vida.
Por eso, cuál fue mi sorpresa cuando ayer una chica de 18 años me dijo que había escuchado de ella, una chava que cuando perdimos a aquella no debía tener más de 13 años sabía de mi amor, de mi escuela, de esa pequeña lucha que emprendimos hace unos ayeres.
Explico: este miércoles -curiosa coincidencia, ahora que lo pienso- un ex compañero de la universidad me invitó a dar una platica a los chicos de nuevo ingreso sobre la vida del reportero, y pues, no puedo hablar de mi vida profesional sin hablar de ella, La Catarina.
Intenté no echar muchas malas vibras a lo que es La Catarina actualmente, pues no quería decepcionar a estos chicos recién estrenados, pero una de ellas alzó la mano y me dijo que había investigado y le dijeron que el periódico universitario ya no era lo mismo que antes. Cinco años después de lo que consideramos su muerte, La Catarina de antes sigue siendo recordada.
La historia de ese entonces
Contextualizaré para los nuevos, para aquellos a quienes no he acorralado en eventos, borracheras o demás cuando sueltan la pregunta, que siento después se arrepienten de hacer después de que llevo media hora despotricando y no ven que me vaya a callar pronto: "'¿qué es (o fue) La Catarina?"
En 2001 la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UDLA estrenó un periódico estudiantil llamado La Catarina; a diferencia de otros proyectos similares, en este caso destacaba la palabra ESTUDIANTIL, lo que significaba que los propios estudiantes escogían los temas, reporteaban, editaban y diseñaban el periódico, con la asesoría de un profesor de la carrera, quien orientaba más que dar ordenes.
Entre 2001 y 2007 desfilamos por esa oficina, ubicada en el segundo piso del edificio de Sociales cientos de alumnos de todas las carreras, algunos seguimos dedicados al periodismo, otros andan en otros lares pero bien o mal, ese tiempo, ese paso por La Catarina dejó huella.
Sin embargo, la dirección de la universidad entró en una contradicción grave, que más que afectarlos a ellos fue el inicio del fin para nosotros.
Uno de los temas principales que impulsa la UDLA es el pensamiento crítico, es de sus estándares educativos, al menos así lo fue en mis tiempos. Entonces, cuando un grupo de estudiantes con plumas, grabadoras y papel para imprimir aplicaron esa crítica hacia la propia institución ya no se les hizo tan buena política, sobretodo porque si bien nos consideraban niños jugando a ser periodistas, los reporteros de afuera veían nuestras notas como fuentes fideidignas de información.
La crítica se enfocaban las malas decisiones tomadas por el entonces rector de la universidad, Pedro Ángel Palou, las cuales llevaron al despido de profesores de muchas carreras, incluidos los mejores de la carrera de Comunicación, y a su relación con el gober precioso, Mario Marín Torres.
Como buen político disfrazado de escritor, Palou no aguantó y arrancó una persecución en contra del periódico y los estudiantes que se manifestaban en contra de él.
En el caso particular de La Catarina la fecha en la que todo se vino para abajo fue el 17 de enero de 2007, cuando nos expulsaron de nuestras oficinas y nos arrebataron el periódico.
Se luchó y difundió el tema, y para mediados de febrero nos anunciaron con bombo y platillo que se nos regresaba el semanario, pero no las oficinas.
Los meses siguientes fueron difíciles, pues con el antecedente de la censura ya nadie nos quería dar entrevistas.
Así luchando llegamos al verano de 2007, cuando se nos "invitó" a "negociar" con el Consejo Estudiantil el funcionamiento del periódico para el siguiente semestre.
Los integrantes de consejo editorial acudimos a esas mesas de trabajo, en las cuales demostramos una fuerza sobrehumana para no mentar madres con las pendejadas que decían los supuestos representantes estudiantiles, pero aguantamos porque nosotros solo pedíamos una cosa: libertad de expresión.
Claro, esta nos fue negada y el periódico se nos arrebató de la forma más vil, imponiendo una línea editorial oficial que borraba la investigación que se solía hacer en el pasado.
El ahora...
Son cinco años desde entonces, cinco años desde que, quienes eramos parte del proyecto, perdimos una parte de nosotros mismos (repito, perdón si hago alusiones muy cursis, pero así fue y sigue siendo en mi caso), pero las heridas sanaron después de un rato, pero el olvido de lo que pasó, eso nunca.
Los catarinos, con el paso del tiempo hemos abogado por no olvidar, por no dejar que el recuerdo de lo que fue muriera, y ese comentario de esa chica ayer me hizo ver que no somos los únicos que estamos luchando por eso.
Al final de cuentas, La Catarina más allá de ser el periódico se convirtió en un tipo de hermandad, y aunque no hubiéramos estudiado juntos, siento que los de las primeras generaciones y los que estuvimos al final estamos unidos por la experiencia y esa pequeña oficina que era nuestro hogar.
En esas computadoras viejas hicimos nuestras primeras notas, editamos nuestras primeras planas, escogimos esas fotos legendarias de portada -como olvidar esa que ilustró la nota de la llegada de los Aztecas a la final del torneo de fútbol americano "Vuelan a la Final"-, esa oficina en la que hacíamos nuestros torneos de Sudoku mientras esperábamos las notas de los reporteros, ese rincón donde dormíamos entre clases, esas escapadas a hacer sondeos donde se estableció un comadrazgo.
Son muchos recuerdos, muchas anécdotas, mucho que contar de La Catarina, pero lo importante más allá del recuerdo que tengamos los que la vivimos, es que hay otros quienes hablan de ella, y eso debe reconfortarnos a quienes pensamos que la habíamos perdido para siempre.