Hay lugares que simplemente nos llaman
por alguna extraña razón y cuando tenemos la fortuna de visitarlos
sentimos que alguna pieza dentro de nosotros hace click.
Este tipo de experiencias me han pasado
dos veces en mi vida. La primera fue hace tres años cuando al fin,
después de una obsesión que traía desde pequeña, visité San
Francisco. En general California no me gustó mucho, pero no dudaré
un segundo en volver a esa bella y fría costa, ir al muelle y
tomarme un café irlandes.
El otro caso que me pasó recientemente
fue más espontáneo y tal vez hasta inesperado. El nombre de Tetela
de Ocampo había estado poco en mi radar en el tiempo que llevo
viviendo en Puebla, hasta que comenzó la lucha de los habitantes de
este pequeño pueblo de la Sierra Norte en contra de la explotación
minera que se busca iniciar en sus cerros.
Desde Puebla escribí un par de notas
al respecto, declaraciones de funcionarios y un poco de información
que caía en mis manos, pero muchas veces perdí el concepto del
tema y hasta confundí espacios y referencias.
Después de pensarlo mucho, sumando la
necesidad de saber lo que escribía, una urgencia de escapar un
segundo de mi realidad diaria y un proyecto pendiente que traigo un
buen sábado me embarqué a Tetela.
En el camino me perdí viendo el bosque
que separa al municipio de Chignahuapan (donde transbordé), tan
encantada estaba con el paisaje, lleno de árboles y neblina, que las
curvas de las que tanto me previnieron fueron simples
movimientos de cámara para mostrarme una nueva perspectiva de este
lugar.
Me bajé en el zócalo del pueblo mientras comenzaban los preparativos para la feria, al fondo se
escuchaban los televisores de los comercios donde todo el mundo veía
el partido de México contra Brasil, pero mi atención estaba en las pequeñas y estrechas calles empredradas, lo limpio del aire y
la vibra de la gente.
Tal vez sea mi visión un tanto
romántica del lugar, pero fue amor a primera vista.
Tenía que
buscar la casa del señor Germán, quien es de los líderes del
movimiento contra la minera, y como es mi sana costumbre me perdí
intentando seguir las indicaciones que me daba la gente, pero más
que frustrarme fue una excusa para recorrer con calma esas
callejuelas.
Encontré el lugar que buscaba y el
amor siguió creciendo, un terreno con desniveles, una cancha de
voleiboy, caballerizas y cabañas en renta, y verde, todo verde
alrededor. Es un milagro que no haya pedido que me adoptaran en ese instante.
Entré al edificio principal, el cual
solía ser un restaurante para los huéspedes de la cabañas, pero
que en últimas fechas es el recibidor del señor Germán, quien en
ese bodegón vaquero recibe a propios y extraños como si fueran
amigos de años.
Pasé con él un buen tiempo platicando
de la mina, de su vida, del campo, de los cerros, de los árboles, de
los caballos. Tiempo después aparecieron otros compañeros
reporteros, y ya reunida la improvisada comitiva, el señor Germán nos
subió en su jeep y nos llevó a recorrer los cerros, La Cañada, las
riveras del río Papaloateno y la boca de la mina.
A lo largo del recorrido mi mirada
brincaba de los bosques de niebla, a las pequeñas casas humildes de
La Cañada, a la iglesia de este barrio que salta a la vista en su
blancura entre todo el verde que la rodea, y no podía más que
pensar cómo alguien podría intentar romper con ese equilibrio, con
esa paz y esa belleza.
Un día en Tetela fue todo lo que
necesité. Desde entonces una parte de mi se siente ligada al pueblo,
ya sea porque su lucha se me hace una de las pocas causas verdaderas
que he escuchado en mucho tiempo, porque el pueblo me recordó una
parte de mi, o simplemente la gente tiene una energía que te
enamora.
Ya tiene más de una semana que fui, y
si no había compartido la experiencia fue por cuestiones de tiempo,
y porque tenía que digerir esas imágenes y sentimientos de alguna
manera, pero aquí comparto tanto la energía que me dejó la visita,
como algunas de las fotografías que tomé las cuales siento no le
hacen justicia a mi amor envuelto en niebla.
Tetela de Ocampo |
Barrio de La Cañada |
Germán Romero |
No hay comentarios:
Publicar un comentario