lunes, 20 de agosto de 2012

Un amor rodeado de neblina


Hay lugares que simplemente nos llaman por alguna extraña razón y cuando tenemos la fortuna de visitarlos sentimos que alguna pieza dentro de nosotros hace click.
Este tipo de experiencias me han pasado dos veces en mi vida. La primera fue hace tres años cuando al fin, después de una obsesión que traía desde pequeña, visité San Francisco. En general California no me gustó mucho, pero no dudaré un segundo en volver a esa bella y fría costa, ir al muelle y tomarme un café irlandes.
El otro caso que me pasó recientemente fue más espontáneo y tal vez hasta inesperado. El nombre de Tetela de Ocampo había estado poco en mi radar en el tiempo que llevo viviendo en Puebla, hasta que comenzó la lucha de los habitantes de este pequeño pueblo de la Sierra Norte en contra de la explotación minera que se busca iniciar en sus cerros.
Desde Puebla escribí un par de notas al respecto, declaraciones de funcionarios y un poco de información que caía en mis manos, pero muchas veces perdí el concepto del tema y hasta confundí espacios y referencias.
Después de pensarlo mucho, sumando la necesidad de saber lo que escribía, una urgencia de escapar un segundo de mi realidad diaria y un proyecto pendiente que traigo un buen sábado me embarqué a Tetela.
En el camino me perdí viendo el bosque que separa al municipio de Chignahuapan (donde transbordé), tan encantada estaba con el paisaje, lleno de árboles y neblina, que las curvas de las que tanto me previnieron fueron simples movimientos de cámara para mostrarme una nueva perspectiva de este lugar.
Me bajé en el zócalo del pueblo mientras comenzaban los preparativos para la feria, al fondo se escuchaban los televisores de los comercios donde todo el mundo veía el partido de México contra Brasil, pero mi atención estaba en las pequeñas y estrechas calles empredradas, lo limpio del aire y la vibra de la gente.
Tal vez sea mi visión un tanto romántica del lugar, pero fue amor a primera vista. 
Tenía que buscar la casa del señor Germán, quien es de los líderes del movimiento contra la minera, y como es mi sana costumbre me perdí intentando seguir las indicaciones que me daba la gente, pero más que frustrarme fue una excusa para recorrer con calma esas callejuelas.
Encontré el lugar que buscaba y el amor siguió creciendo, un terreno con desniveles, una cancha de voleiboy, caballerizas y cabañas en renta, y verde, todo verde alrededor. Es un milagro que no haya pedido que me adoptaran en ese instante.
Entré al edificio principal, el cual solía ser un restaurante para los huéspedes de la cabañas, pero que en últimas fechas es el recibidor del señor Germán, quien en ese bodegón vaquero recibe a propios y extraños como si fueran amigos de años.
Pasé con él un buen tiempo platicando de la mina, de su vida, del campo, de los cerros, de los árboles, de los caballos. Tiempo después aparecieron otros compañeros reporteros, y ya reunida la improvisada comitiva, el señor Germán nos subió en su jeep y nos llevó a recorrer los cerros, La Cañada, las riveras del río Papaloateno y la boca de la mina.
A lo largo del recorrido mi mirada brincaba de los bosques de niebla, a las pequeñas casas humildes de La Cañada, a la iglesia de este barrio que salta a la vista en su blancura entre todo el verde que la rodea, y no podía más que pensar cómo alguien podría intentar romper con ese equilibrio, con esa paz y esa belleza.
Un día en Tetela fue todo lo que necesité. Desde entonces una parte de mi se siente ligada al pueblo, ya sea porque su lucha se me hace una de las pocas causas verdaderas que he escuchado en mucho tiempo, porque el pueblo me recordó una parte de mi, o simplemente la gente tiene una energía que te enamora.
Ya tiene más de una semana que fui, y si no había compartido la experiencia fue por cuestiones de tiempo, y porque tenía que digerir esas imágenes y sentimientos de alguna manera, pero aquí comparto tanto la energía que me dejó la visita, como algunas de las fotografías que tomé las cuales siento no le hacen justicia a mi amor envuelto en niebla.


Tetela de Ocampo



Barrio de La Cañada


Germán Romero

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