miércoles, 30 de marzo de 2011

Con esto de las alianzas...

Había una vez, en un salón de clases, tres niñitos, Panchito, Pedrito y Primitivo. A pesar de que estudiaban juntos no eran amigos, porque a cada uno le gustaban cosas diferentes: Panchito era muy tranquilo y muy religioso, no faltaba a misa y le gustaba hacer las cosas como decía el maestro, al grado de ser un niño muy pedante. Pedrito, por su lado, era muy revoltoso, le gustaba decir "no" a todo lo que dijeran los otros niños o adultos, se metía en pleitos sin sentido y por eso, muchos le huían. Y por último Primitivo era doble cara, de pronto era el niño que procuraba ayudar e intentaba dar la cara de ser muy obediente, pero cuando te distraías te sacaba tus lápices, tu colores y hasta tu tarea, para quedar bien con el maestro y salir adelante.

Un buen día, el maestro dijo en clase "Niños, pongan atención, vamos a hacer un concurso. Quiero que individualmente me hagan una maqueta, dibujo o lo que gusten, de cómo les gustaría que fuera la escuela, qué cambios harían, si les gustaría que hubiera más juegos, una cafetería más grande, más espacio para jugar, lo que sea. Si quieren hacerlo en parejas adelante, pero como es un poco complicado, puede que no les convenga. Lo deben de entregar dentro de 10 días. El que gané lo vamos a exponer frente a toda la escuela, ¿entendido?"

En seguida, todos los niños empezaron a imaginarse su escuela perfecta aunque todos sabían que Primitivo iba a ganar, siempre se robaba las ideas de los demás, además de que sus hermanos mayores le daban muchas ideas buenas (aunque mayormente malas).

A la hora del recreo, Panchito y Pedrito se encontraron en el patio de juegos y empezaron a platicar del concurso:

- Sería tan padre ganarle por una vez a Primitivo, ¿verdad? - dijo Panchito
- Si, pero esta muy difícil solo - respondió Pedrito
- Pues, podríamos juntarnos, tal vez así pudiéramos dejarlo en ridículo, ¿no crees?
- ¿Tu y yo? ¿estás loco? nos acabaríamos agarrando a golpes
- Piénsalo, imaginamos enfrente de toda la escuela, con nuestra maqueta y la cara de celos de Primitivo.
- Mmm… déjame pensarlo y consultarlo con mis papás.

Así pues, esa tarde al llegar a casa, ambos niños le preguntaron a sus papás qué opinaban de la idea. Los papás de Panchito le dijeron que sonaba como una buena idea, pero que ese niño Pedrito nunca les había caído bien, que si no podría hacerlo solo, como siempre. En casa de Pedrito, la respuesta de los papás fue similar, que porqué no mejor se juntaba con Petronila, la vecinita con la que solía juntarse mucho, a lo cual Pedrito dijo "es que ella es muy pobre, Panchito puede pagar más cosas".

Al día siguiente llegaron los dos muy felices diciendo que sus papás habían dicho que si, a pesar de que su respuesta fue muy ambigua. Así pues, los niños empezaron a intercambiar ideas.

Pedrito quería que su escuela tuviera más patio para correr hasta cansarse, y que tuviera un cuarto de televisión, para que cuando se aburrieran de clase o en el recreo los niños pudieran ver caricaturas. También quería una cancha de basquet y una de fut, quería que hubiera muchas cosas para que se entretuvieran los niños.

Panchito, por su lado, quería que hubiera una cafetería más grande, quería darle un salón de descanso a los maestros (como siempre queriendo quedar bien con los que pudieran beneficiarlo a futuro). Una biblioteca igual estaba entre sus planes.

Discutieron mucho en el transcurso del día por lo diferente de sus opiniones y no llegaron a ningún lado. Esa noche en casa, Pedrito se dio cuenta de que las ideas de Panchito no le servían, entonces decidió hacer una maqueta por su lado, todo a escondidas de Panchito, así el otro se confiaría y sería uno menos en la competencia. Lo que no sabía es que Panchito había decidido hacer lo mismo.

Así pasaron los días. En la escuela planeaban, y en casa cada uno hacía lo que quería. Cuando quedaba un día para el concurso los dos se dieron cuenta que perdieron mucho tiempo peleando entre ellos y no habían alcanzado nada.

- ¡Es tu culpa, niño remilgoso! - le gritaba histérico Pedrito a Panchito sacudiéndolo
- ¿Y yo por qué? tú fuiste el que no se decidía - se defendía el otro

Pero por dentro, los dos estaban tranquilos, tenían sus pequeños proyectos en casa. Peleaban más que nada porque estaban cansados, se habían estado desvelando los últimos días haciendo sus trabajos, además de sus tareas y sus actividades en casa.

Al día siguiente, fue la exposición de los trabajos. Panchito llegó con un dibujo de su escuela perfecta. Pedrito hizo una maqueta, desproporcionada, pero daba la idea. Cuando voltearon a ver a Primitivo, él no llevaba ni maqueta, ni póster, ni dibujo, por lo que pensaron "¡Ja! no hizo nada, le dio miedo ver que estábamos trabajando juntos, al menos sirvió de algo".

El maestro les pidió uno por uno que pasaran a exponer sus trabajos. Cuando le tocó el turno a Primitivo, vieron que pasó con una pequeña carpeta y enfrente de la clase leyó un ensayo, notablemente escrito por sus hermanos, acerca de los valores que debería tener una escuela. El maestro quedó conmovido hasta las lagrimas, por lo que Primitivo ganó, una vez más.

A la salida Panchito y Pedrito se encontraron en la puerta de la escuela, no enojados sino muy tristes.

- Sabes, Pedrito, si nos hubiéramos enfocado en nuestros proyectos en vez de pelear tanto, hubiéramos ganado.
- si, Panchito, pero tu y yo teníamos ideas muy diferentes. Creo que hubiera sido mejor trabaje solos desde un principio, al menos así uno hubiera ganado.
- Si, creo que eso de las alianzas no funciona, ¿verdad?

martes, 22 de marzo de 2011

Burocracía médica

Con el riesgo de que me tachen de fresa, confieso que nunca he ido a consulta en el Seguro Social. El encuentro más cercano que he tenido a la burocracia médica fueron mis constantes visitas a la clínica de la universidad donde estudié. Pero nunca nada en el mundo “real”. Por eso creo que mi experiencia de hoy me llamó tanto la atención.
Desde hace unos días he tenido un pequeño dolor en la espalda, y un poco de mi paranoia combinada con un arranque de hipocrondría me llevó a buscar una opinión médica, por temor a que fuera algo con mis riñones, ya que hace unos años tuve una leve infección. Así pues, le pedí a una tía que trabaja en un centro de salud que me contactara con un doctor.
Esta mañana, poco antes de las 9 de la mañana fui a la clínica, pero como ésta se encuentra en reconstrucción, las instalaciones estaban distribuidas en las calles aledañas. Primero, los consultorios estaban en una pequeña casa justo enfrente del edificio original. En lo que sería el garage había un montón de sillas donde las personas esperaban desde muy temprano su turno.
Después de preguntar por mi tía, pasé a su consultorio y de inmediato me llevó con el médico que me atendería. Con sólo unas cuantas preguntas, una revisión muy rápida de mi espalda, el doctor me recetó una medicina para el dolor y un antibiótico “por si acaso era una infección en los riñones”. En menos de 10 minutos ya estaba en la calle, con mi receta en mano y en búsqueda de la farmacia del centro de salud.
Caminé unos pasos y encontré en la siguiente cuadra otra casa blanca con el portón abierto, gente sentada en unas sillas y otras haciendo fila en una ventanilla, me acerqué, me formé y esperé. No había un letrero ni nada que indicará si estaba en el lugar adecuado, así que, después de esperar un buen rato e impresionarme de las piernas peludas de la señora parada detrás de mí, pregunté y una señora me contestó “no, aquí son puros trámites, tienes que caminar hasta la próxima cuadra”.
Así pues, regresé a la calle completamente desorientada. Llegué a la siguiente esquina, vi una casa abierta con unas personas dentro, una vez más pregunté “Disculpe, ¿aquí me pueden surtir esta receta?” ante lo cual una señorita amablemente me llevó a la puerta y me señaló una casa rosada “ahí es, en esa ventana pide las cosas”.
Llegué hasta la dichosa casa, feliz de al fin haber llegado al final de mi recorrido. Mientras esperaba mi turno, no pude evitar imaginarme esto como una compra de drogas, llegas a un lugar escondido, tocas una pequeña ventana o portón, pasas el dinero y rápido te dan tu dosis, y luego sigues caminando como si nada.
Cuando al fin ya tenía mi medicamento en mi mano y empezaba el camino de regreso a casa, revisé mi receta y dije “Claro, demasiado bueno para ser cierto”, me habían dado la medicina equivocada. Así pues, regresé sobre mis pasos, le hice ver su error a la persona y me entregó la caja adecuada.
Ya cuando al fin llegué al final de mi odisea me quedé pensando en cómo las miles de vueltas que di son comunes, no sólo en una clínica fragmentada como esta, sino también en las que se encuentran en un solo edificio. ¿Por qué en algo tan esencial como la salud ponen tantas trabas, tantos “ve para acá”, “ve para allá”? Poco falta para que digan “Tienes que programar tu próxima emergencia, porque si no alcanzas ficha, no te podremos atender”.

martes, 8 de marzo de 2011

La Declaración de Guerra

Hoy amanecí siendo otra de mis personalidades, la más débil, la que ni nombre alcanzó pues decidió no luchar por uno, a diferencia de sus compañeras, aquellas voces en mi cabeza que se pelean por ser una, o la otra, o la otra.
Pero no, la de hoy es sólo Ella, la que me arrastra a lo más oscuro de mí ser, pero no el oscuro divertido y kinky que puede ser atrayente, sino ese lado que te devora las energías y el sueño.
Sus palabras favoritas, las que repite durante la jornada que me acompaña, son “tonta”, “gorda”, “inútil” (esta la aprendió en mis tiempos de estudiante, a manos de un hombre cercano a mí), “fea”, “mediocre”.
La puedes reconocer que esta cerca viendo mis ojos, se mantienen a medio abrir durante el día, y a ratos se ven un poco más rojos; su presencia la oculto fingiendo un ataque de alergia, y si lo es, alergia a Ella.
Por una gran temporada en mi pasado, Ella fue la predominante, la que me guiaba, o más bien, la que me apachurraba, pero poco a poco, mis logros, mis debrayes, mis amigos, ayudaron a que las otras tres pequeñas que viven en mi armaran el golpe de estado y la derrocaron.
Pero ella seguía ahí, esperando, acechando, en los últimos meses sus visitas han sido más constantes y más dañinas. Hoy fue uno de esos días.
Sin embargo, ya la derrotamos una vez, y sé que juntas, las tres podemos hacerlo una vez más. Sus ataques, arranques y mal viajes han sido demasiados, y tenemos que acabar con ella. Si, posiblemente intente regresar, pero habrá que mantener una artillería a la mano para cuando eso suceda, conformada de los recuerdos de mis victorias, de mis cualidades, y construir una pequeña barrera de respeto personal, para que le cueste un trabajo entrar otra vez. Tomará tiempo, pero como pasa con los adictos, hay que llevar esto un día a la vez.
Por eso hoy, es el primer día de la guerra contra Ella.