lunes, 27 de agosto de 2012
Sobre las palabras y las formas en las que las empleamos
Los periodistas somos, indirectamente, parte del sector comercial de la sociedad, ¿por qué? Porque nuestro negocio es simple y llanamente el vender palabras, primero a nuestros jefes quienes luego las distribuyen entre los lectores de los medios en los que nos encontramos refugiados en ese momento.
Suena duro para los que somos puritanos del oficio, pero al final de cuentas es eso, un oficio, una técnica que tenemos todos para organizar estas combinaciones de letras, darles sentido, una lírica en ocasiones, buscando dar el mejor producto a nuestros clientes, o en ocasiones, haciendo las cosas con desprecio -que a veces ayuda, como son buen ejemplo las señoras que venden chalupas en la calle, ¡Dios, que manjar!-.
Es esta sobredosis de palabras a la que he estado expuesta últimamente, entre las que escribo y leo por trabajo, las que leo por ocio, las que pienso por obsesión, las que digo por impulso, las que guardo por recato, que no dejo de pensar en el verdadero poder que tienen éstas en nuestra vida.
Puede ir desde la cosa más básica, como un "hola" de esa persona puede darte buena vibra para todo el día, o el que esa misma persona pase a tu lado y no diga absolutamente nada llega a tener el efecto contrario tirando tus defensas al suelo aunque no lo demuestres al mundo exterior.
Hay otros casos, cuando una palabra se saca de contexto y una simple broma entre amigos puede causar una explosión en un pequeño ecosistema casero.
Viendo las cosas en un sentido macro, tenemos la retórica, el uso de determinadas palabras para manipular a los demás, o para dar un mensaje sin que sea detectable a simple vista -o, en este caso, oída-.
Hay quienes piensan que las palabras que decimos pueden cambiar nuestra realidad, son como una forma de condicionamiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Un ejemplo claro es cuando una mamá ve a su hijo correr como loco y le empieza a gritar "¡chamaco, cálmate o te vas a caer!" lo más seguro es que el niño se caiga.
Es por eso que se recomienda cuidar mucho lo que decimos principalmente cuando nos referimos a nosotros mismos, esos tipos pensamientos de "no voy a conseguir ese empleo" lo más seguro es que nos generen que no lo obtengamos.
Cada palabra que decimos o escribimos tiene un efecto, ya sea positivo o negativo, en ocasiones ese resultado no lo podemos controlar, solo podemos esperar y aceptar lo que venga.
Por el temor a ese resultado, nos guardamos cosas, o por no querer esperar a ver qué sucede decimos más de lo que debemos, porque siempre se nos olvida que cada una es una pequeña bomba de tiempo y que no sabemos cuando podrá hacer reacción.
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