miércoles, 7 de marzo de 2012

La Edad de la Culpa

Llevo un par de semanas haciéndome la misma pregunta: ¿es posible que con la edad, además de crecer las lonjas, los achaques y otros signos físicos del envejecimiento, crece el sentimiento de culpa?
Siempre me he considerado una persona bastante razonable (entre lo que cabe), y soy de la ideología de nunca arrepentirme de nada de lo que hago, todo lo que uno vive, bueno o malo, son experiencias que además de darte conocimiento le dan un pequeño sabor a la vida.
Pero de unas semanas para acá, concretamente desde que empezó el 2012, me ha perseguido la culpa. Desde cosas banales como el comerme un pan de más que sé que repercutirá directamente en mis maravillosas llantitas, hasta cosas un poco más neuróticas como sufrir porque solamente escribí tres notas en un día y siento que me falta explotarme laboralmente un poco más.
Al preguntarle a un amigo mayor si acaso el sentimiento de culpa es directamente proporcional a la edad, y que si a penas a mis veintes ya me siento así, no quiero saber cómo estaré cuando llegue a la tercera década, él simplemente me respondió “no, lo que pasa es que con la edad aumenta la capacidad para portarte mal”.
Esa respuesta hace unos años, si no es que hace unos meses, me hubiera relajado, pero en mi estado actual de mujer seudo recatada, ha causado un peor conflicto en mi interior. ¿O sea que cada vez podré ser peor? ¡Dios me libre y a los que me rodean! Si mi locura va a ir en aumento con los años, las cosas se pueden poner feas (por no decir muy divertidas).
Eso si, y no confundamos las cosas, sigo sin arrepentirme de nada de lo vivido. Si bien han sido varios los fines de semana en los que abro los ojos con difultad por la tremenda resaca que me dejaron las chelas de la noche anterior (¡ah! porque esa es otra de las cosas que han crecido con la edad, el tamaño y duración de las crudas, sin importar lo poco que beba). La cuestión es que abro los ojos, recuerdo los pequeños episodios de la noche, y más allá de lo hecho, no hecho, dicho, no dicho, mensajes envíados a ciertas personas, el principal y único sentimiento de culpa es “chale, con lo que gasté anoche comía dos días”.
Ta vez no es la culpa lo que crece, sino el sentimiento de responsabilidad. El saber que uno debe financiar no solo la bebida, sino la comida, ropa, zapatos, café (vicio primordial en la vida de un reportero), así como otras cuestiones básicas. Hasta puntos tan básicos como el “no me gustaría que eso me lo hicieran”, y por eso marcamos ciertas distancias.
Tal vez estas reflexiones, estos sentimientos encontrados y golpes de pecho sin sentido son parte del proceso de madurez. Y si el madurar es sentirme culpable por echarme unas chelas y otros desmanes típicos de mi personalidad, pues sólo me queda apechugar y aguantarme como las machas, porque cambiar, a estas alturas, ya está un poco complicado.