jueves, 30 de agosto de 2012

Recuerdos catarinos

Para los hermanos de batallas pasadas...


Sonará cursi, pero hace cinco años perdí a uno de mis grandes amores. Ese recuerdo sigue plasmado en mi vida personal y laboral, y sigo definiendo ese tiempo como uno de los mejores de mi corta vida.
Por eso, cuál fue mi sorpresa cuando ayer una chica de 18 años me dijo que había escuchado de ella, una chava que cuando perdimos a aquella no debía tener más de 13 años sabía de mi amor, de mi escuela, de esa pequeña lucha que emprendimos hace unos ayeres.
Explico: este miércoles -curiosa coincidencia, ahora que lo pienso- un ex compañero de la universidad me invitó a dar una platica a los chicos de nuevo ingreso sobre la vida del reportero, y pues, no puedo hablar de mi vida profesional sin hablar de ella, La Catarina.
Intenté no echar muchas malas vibras a lo que es La Catarina actualmente, pues no quería decepcionar a estos chicos recién estrenados, pero una de ellas alzó la mano y me dijo que había investigado y le dijeron que el periódico universitario ya no era lo mismo que antes. Cinco años después de lo que consideramos su muerte, La Catarina de antes sigue siendo recordada.

La historia de ese entonces
Contextualizaré para los nuevos, para aquellos a quienes no he acorralado en eventos, borracheras o demás cuando sueltan la pregunta, que siento después se arrepienten de hacer después de que llevo media hora despotricando y no ven que me vaya a callar pronto: "'¿qué es (o fue) La Catarina?"
En 2001 la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UDLA estrenó un periódico estudiantil llamado La Catarina; a diferencia de otros proyectos similares, en este caso destacaba la palabra ESTUDIANTIL, lo que significaba que los propios estudiantes escogían los temas, reporteaban, editaban y diseñaban el periódico, con la asesoría de un profesor de la carrera, quien orientaba más que dar ordenes.
Entre 2001 y 2007 desfilamos por esa oficina, ubicada en el segundo piso del edificio de Sociales cientos de alumnos de todas las carreras, algunos seguimos dedicados al periodismo, otros andan en otros lares pero bien o mal, ese tiempo, ese paso por La Catarina dejó huella.
Sin embargo, la dirección de la  universidad entró en una contradicción grave, que más que afectarlos a ellos fue el inicio del fin para nosotros.
Uno de los temas principales que impulsa la UDLA es el pensamiento crítico, es de sus estándares educativos, al menos así lo fue en mis tiempos. Entonces, cuando un grupo de estudiantes con plumas, grabadoras y papel para imprimir aplicaron esa crítica hacia la propia institución ya no se les hizo tan buena política, sobretodo porque si bien nos consideraban niños jugando a ser periodistas, los reporteros de afuera veían nuestras notas como fuentes fideidignas de información.
La crítica se enfocaban las malas decisiones tomadas por el entonces rector de la universidad, Pedro Ángel Palou, las cuales llevaron al despido de profesores de muchas carreras, incluidos los mejores de la carrera de Comunicación, y a su relación con el gober precioso, Mario Marín Torres.
Como buen político disfrazado de escritor, Palou no aguantó y arrancó una persecución en contra del periódico y los estudiantes que se manifestaban en contra de él.
En el caso particular de La Catarina la fecha en la que todo se vino para abajo fue el 17 de enero de 2007, cuando nos expulsaron de nuestras oficinas y  nos arrebataron el periódico.
Se luchó y difundió el tema, y para mediados de febrero nos anunciaron con bombo y platillo que se nos regresaba el semanario, pero no las oficinas.
Los meses siguientes fueron difíciles, pues con el antecedente de la censura ya nadie nos quería dar entrevistas.
Así luchando llegamos al verano de 2007, cuando se nos "invitó" a "negociar" con el Consejo Estudiantil el funcionamiento del periódico para el siguiente semestre.
Los integrantes de consejo editorial acudimos a esas mesas de trabajo, en las cuales demostramos una fuerza sobrehumana para no mentar madres con las pendejadas que decían los supuestos representantes estudiantiles, pero aguantamos porque nosotros solo pedíamos una cosa: libertad de expresión.
Claro, esta nos fue negada y el periódico se nos arrebató de la forma más vil, imponiendo una línea editorial oficial que borraba la investigación que se solía hacer en el pasado.

El ahora...
Son cinco años desde entonces, cinco años desde que, quienes eramos parte del proyecto, perdimos una parte de nosotros mismos (repito, perdón si hago alusiones muy cursis, pero así fue y sigue siendo en mi caso), pero las heridas sanaron después de un rato, pero el olvido de lo que pasó, eso nunca.
Los catarinos, con el paso del tiempo hemos abogado por no olvidar, por no dejar que el recuerdo de lo que fue muriera, y ese comentario de esa chica ayer me hizo ver que no somos los únicos que estamos luchando por eso.
Al final de cuentas, La Catarina más allá de ser el periódico se convirtió en un tipo de hermandad, y aunque no hubiéramos estudiado juntos, siento que los de las primeras generaciones y los que estuvimos al final estamos unidos por la experiencia y esa pequeña oficina que era nuestro hogar.
En esas computadoras viejas hicimos nuestras primeras notas, editamos nuestras primeras planas, escogimos esas fotos legendarias de portada -como olvidar esa que ilustró la nota de la llegada de los Aztecas a la final del torneo de fútbol americano "Vuelan a la Final"-, esa oficina en la que hacíamos nuestros torneos de Sudoku mientras esperábamos las notas de los reporteros, ese rincón donde dormíamos entre clases, esas escapadas a hacer sondeos donde se estableció un comadrazgo.
Son muchos recuerdos, muchas anécdotas, mucho que contar de La Catarina, pero lo importante más allá del recuerdo que tengamos los que la vivimos, es que hay otros quienes hablan de ella, y eso debe reconfortarnos a quienes pensamos que la habíamos perdido para siempre.

lunes, 27 de agosto de 2012

Sobre las palabras y las formas en las que las empleamos


Los periodistas somos, indirectamente, parte del sector comercial de la sociedad, ¿por qué? Porque nuestro negocio es simple y llanamente el vender palabras, primero a nuestros jefes quienes luego las distribuyen entre los lectores de los medios en los que nos encontramos refugiados en ese momento.
Suena duro para los que somos puritanos del oficio, pero al final de cuentas es eso, un oficio, una técnica que tenemos todos para organizar estas combinaciones de letras, darles sentido, una lírica en ocasiones, buscando dar el mejor producto a nuestros clientes, o en ocasiones, haciendo las cosas con desprecio -que a veces ayuda, como son buen ejemplo las señoras que venden chalupas en la calle, ¡Dios, que manjar!-.
Es esta sobredosis de palabras a la que he estado expuesta últimamente, entre las que escribo y leo por trabajo, las que leo por ocio, las que pienso por obsesión, las que digo por impulso, las que guardo por recato, que no dejo de pensar en el verdadero poder que tienen éstas en nuestra vida.
Puede ir desde la cosa más básica, como un "hola" de esa persona puede darte buena vibra para todo el día, o el que esa misma persona pase a tu lado y no diga absolutamente nada llega a tener el efecto contrario tirando tus defensas al suelo aunque no lo demuestres al mundo exterior.
Hay otros casos, cuando una palabra se saca de contexto y una simple broma entre amigos puede causar una explosión en un pequeño ecosistema casero.
Viendo las cosas en un sentido macro, tenemos la retórica, el uso de determinadas palabras para manipular a los demás, o para dar un mensaje sin que sea detectable a simple vista -o, en este caso, oída-.
Hay quienes piensan que las palabras que decimos pueden cambiar nuestra realidad, son como una forma de condicionamiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Un ejemplo claro es cuando una mamá ve a su hijo correr como loco y le empieza  a gritar "¡chamaco, cálmate o te vas a caer!" lo más seguro es que el niño se caiga.
Es por eso que se recomienda cuidar mucho lo que decimos principalmente cuando nos referimos a nosotros mismos, esos tipos pensamientos de "no voy a conseguir ese empleo" lo más seguro es que nos generen que no lo obtengamos.
Cada palabra que decimos o escribimos tiene un efecto, ya sea positivo o negativo, en ocasiones ese resultado no lo podemos controlar, solo podemos esperar y aceptar lo que venga.
Por el temor a ese resultado, nos guardamos cosas, o por no querer esperar a ver qué sucede decimos más de lo que debemos, porque siempre se nos olvida que cada una es una pequeña bomba de tiempo y que no sabemos cuando podrá hacer reacción.

martes, 21 de agosto de 2012

"The Madding Crowd" de Nine Days

A lo largo de mis casi 27 años de vida he tenido gustos de música muy eclécticos, pasando del rock pesado, a mi temporada popera, a mis días de raver en la universidad, y así varios géneros musicales han entrado y salido de mis ipods, reproductores de mp3, cd's y computadoras.
Sin embargo, todos tenemos esos discos que son iconos en nuestras vidas, esos que escuchamos una y otra vez pero nunca hasta el cansancio, pues esas canciones son ya una parte de nuestro ser.
Uno de los discos más definitorios de mi repertorio musical es "The Madding Crowd" de Nine Days, un pequeño grupo estadounidense que creo que no hizo más que un par de albumes más, pero este fue el que llegó y se quedó.
Los conocí durante mi viaje de 15 años a Orlando. En el cuarto que me tocó compartir con las otras chavas en el hotel de Disney en el que nos quedamos siempre teníamos puesto un canal de música, principalmente porque mis compañeras no hablaban inglés.
Si alguien ve mis fotos de ese viaje, o las de mis años de pubertad verá una constante: no sonrío mucho. Esto era principalmente a los aparatos de ortodoncia que usaba en esos años y que en general estaba en mi etapa de "me vale la vida".
Así pues, la segunda noche en el hotel, me encontraba acomodando mis cosas cuando de pronto sonó en la televisión "this is the story of a girl, who cried a river and drowned the whole world, and while she looks so sad in photographs I absolutely love her when she smiles". En ese momento caí en uno de los clichés de las adolescentes y pensé "no manches, está hablando de mí".
Apunté la frase y el nombre del grupo, que además era otra señal (toda mi vida he estado obsesionada con el número 9). Regresando a México en la primera oportunidad que tuve me escapé a una tienda de discos y lo conseguí.
12 años después el cd físico sigue en mi cuarto aunque no tenga cómo escucharlo, las canciones siguen sonando en mi ipod y en mi computadora.
Puede no ser el mejor disco que se haya hecho, pero en mi perspectiva es una de esas veces en las que la simpleza de la música y las letras expresan demasiado.
El album sólo tiene 12 canciones, lo cual me regresa al tema de la simpleza: pocas rolas, música sencilla, letras directas y pegadoras. Eso para mi es un buen disco.
Me cuesta un poco de trabajo describir el disco, porque es detallar una parte de mí misma, solamente puedo decir que es un disco excelente, un poco de música noventera para salir del punchis punchis y reggeatoneo de hoy en día y volver a los días en los que dos guitarras, un bajo y una batería era todo lo que se necesitaba.
Aquí dejo una de mis favoritas, sobretodo por la frase "And you should never let the sun set on tomorrow before the sun rises today".

"If I am" Nine Days

lunes, 20 de agosto de 2012

Un amor rodeado de neblina


Hay lugares que simplemente nos llaman por alguna extraña razón y cuando tenemos la fortuna de visitarlos sentimos que alguna pieza dentro de nosotros hace click.
Este tipo de experiencias me han pasado dos veces en mi vida. La primera fue hace tres años cuando al fin, después de una obsesión que traía desde pequeña, visité San Francisco. En general California no me gustó mucho, pero no dudaré un segundo en volver a esa bella y fría costa, ir al muelle y tomarme un café irlandes.
El otro caso que me pasó recientemente fue más espontáneo y tal vez hasta inesperado. El nombre de Tetela de Ocampo había estado poco en mi radar en el tiempo que llevo viviendo en Puebla, hasta que comenzó la lucha de los habitantes de este pequeño pueblo de la Sierra Norte en contra de la explotación minera que se busca iniciar en sus cerros.
Desde Puebla escribí un par de notas al respecto, declaraciones de funcionarios y un poco de información que caía en mis manos, pero muchas veces perdí el concepto del tema y hasta confundí espacios y referencias.
Después de pensarlo mucho, sumando la necesidad de saber lo que escribía, una urgencia de escapar un segundo de mi realidad diaria y un proyecto pendiente que traigo un buen sábado me embarqué a Tetela.
En el camino me perdí viendo el bosque que separa al municipio de Chignahuapan (donde transbordé), tan encantada estaba con el paisaje, lleno de árboles y neblina, que las curvas de las que tanto me previnieron fueron simples movimientos de cámara para mostrarme una nueva perspectiva de este lugar.
Me bajé en el zócalo del pueblo mientras comenzaban los preparativos para la feria, al fondo se escuchaban los televisores de los comercios donde todo el mundo veía el partido de México contra Brasil, pero mi atención estaba en las pequeñas y estrechas calles empredradas, lo limpio del aire y la vibra de la gente.
Tal vez sea mi visión un tanto romántica del lugar, pero fue amor a primera vista. 
Tenía que buscar la casa del señor Germán, quien es de los líderes del movimiento contra la minera, y como es mi sana costumbre me perdí intentando seguir las indicaciones que me daba la gente, pero más que frustrarme fue una excusa para recorrer con calma esas callejuelas.
Encontré el lugar que buscaba y el amor siguió creciendo, un terreno con desniveles, una cancha de voleiboy, caballerizas y cabañas en renta, y verde, todo verde alrededor. Es un milagro que no haya pedido que me adoptaran en ese instante.
Entré al edificio principal, el cual solía ser un restaurante para los huéspedes de la cabañas, pero que en últimas fechas es el recibidor del señor Germán, quien en ese bodegón vaquero recibe a propios y extraños como si fueran amigos de años.
Pasé con él un buen tiempo platicando de la mina, de su vida, del campo, de los cerros, de los árboles, de los caballos. Tiempo después aparecieron otros compañeros reporteros, y ya reunida la improvisada comitiva, el señor Germán nos subió en su jeep y nos llevó a recorrer los cerros, La Cañada, las riveras del río Papaloateno y la boca de la mina.
A lo largo del recorrido mi mirada brincaba de los bosques de niebla, a las pequeñas casas humildes de La Cañada, a la iglesia de este barrio que salta a la vista en su blancura entre todo el verde que la rodea, y no podía más que pensar cómo alguien podría intentar romper con ese equilibrio, con esa paz y esa belleza.
Un día en Tetela fue todo lo que necesité. Desde entonces una parte de mi se siente ligada al pueblo, ya sea porque su lucha se me hace una de las pocas causas verdaderas que he escuchado en mucho tiempo, porque el pueblo me recordó una parte de mi, o simplemente la gente tiene una energía que te enamora.
Ya tiene más de una semana que fui, y si no había compartido la experiencia fue por cuestiones de tiempo, y porque tenía que digerir esas imágenes y sentimientos de alguna manera, pero aquí comparto tanto la energía que me dejó la visita, como algunas de las fotografías que tomé las cuales siento no le hacen justicia a mi amor envuelto en niebla.


Tetela de Ocampo



Barrio de La Cañada


Germán Romero

sábado, 18 de agosto de 2012

Anillos, robots gigantes y dragones, mis obsesiones de geek


Hace unos días una amiga me contó que los encargados de una tienda de tenis pensaron que era lesbiana. ¿la razón? De acuerdo a ellos, una mujer heterosexual no conoce la diferencia entre DC y Marvel.
Mi primera reacción fue reírme, y pensar en todas las mujeres que conozco que saben la diferencia entre las dos editoriales más conocidas de comics a nivel mundial, y que además pueden mencionar otras tantas no tan famosas y describir a sus superhéroes y personajes.
Pero después de pensar en el tema un par de días, me di cuenta que mis amigas que saben estos detalles y yo compartimos un aspecto en particular: todas somos geeks en algún nivel.
De unos años para acá pareciera que ser geek es ser cool, películas y series de televisión ahora le dan protagonismo a esos personajes incómodos socialmente, que se la pasan pegados en las computadoras o a sus consolas de videojuegos o leyendo comics, pero la verdad, ser geek requiere dedicación, no es sólo seguir una moda.
Vayamos por partes, primero es necesario describir qué hace a un geek. Normalmente este término es confundido con nerd, pero si bien un nerd casi siempre es geek, la cosa no se da a la inversa.
Un geek es alguien sumergido en la cultura popular, incluyendo películas, comics, videojuegos, anime, ciencia ficción, fantasía, y un larguísimo etcétera. Más allá de usar la computadora para trabajar, lee y busca información con respecto a sus gustos, socializa en las redes con personas que comparten sus intereses y es un adicto a la tecnología (ojo, esta es una definición a mi forma de ver las cosas, no lo considero algo definitivo).
Por ejemplo, en mi caso particular, hay tres temas que me hacen geekear. Uno, Lord of the Rings y la mitología de Tolkien en general. Dos, recientemente me metí en el mundo de A Song of Ice and Fire, la saga de fantasía del escritor George R.R. Martin, el nuevo objeto de mi amor y desprecio, porque de verdad, uno tiene que ser malevolo para crear personajes tan brillantes como los de estos libros para luego ir matándolos uno a uno. Quienes seguimos los libros debemos considerarnos masoquistas por disfrutar con placer este dolor que nos causa Martin, y esperar años para que nos dé la nueva dosis de frustración.
Y por último, Neon Genesis Evangelion. Este es un amor que data de mis años de secundaria, lo cual implica que tengo al menos trece años enamorada de esta historia que, debo reconocer, marcó mi vida hasta la fecha.
¿Por qué digo que me marca hasta la fecha? Porque en el 2001, en un viaje a Los Ángeles a visitar al tío que ya he mencionado anteriormente me compré varias figuras de acción de animes, en particular un Eva 01 que brilla en la oscuridad, el cual era edición exclusiva para ser vendida en Comic Con y en Wizard World.
Ese Eva tiene 11 años conmigo, y no ha salido de su caja, permanece colgado en la pared de mi cuarto y ha viajado conmigo en mis múltiples mudanzas, lo cual ha hecho que la caja esté un poco maltratada, pero no me importa. Sigue siendo my precious y cualquier sugerencia de abrirlo es impensable.
Este es sólo un ejemplo de la mentalidad del geek, y la verdad estoy en un nivel bajo, aunque bueno, al igual que millones de desadaptados en el mundo, mi sueño es un día ir a Comic Con y perderme entre los mares de gente vestida de Storm Troopers, vampiros, soldados, superhéroes y demás.
Por último, considero que para aquellos que quieran entender cómo piensa un geek, o si eres un geek y quieres sentirte identificado, recomiendo dos documentales:

Comic-Con Episode IV: A Fan's Hope


The People Vs. George Lucas



jueves, 9 de agosto de 2012

Esos compañeros de los ayeres

Todos tenemos a unos cuantos compañeros de esos ayeres. Esos amigos que surgieron de los primeros libros que leímos o al menos aquellos que nos marcaron en nuestra adolescencia. Compartiremos algunos, otros no, pero su presencia es normal en nuestras vidas.
Por cliché que sea, en mi caso mis primeras compañeras que recuerdo con cariño son las cuatro hermanas March.
Recuerdo tener 14 años cuando mi mamá me regaló ese libro. Creo que en otras ocasiones lo he detallado, pero es de esos ejemplares que se quedaron grabados en mi memoria. Tapa dura, roja con textura corrugada, hojas delgadas casi transparentes y ese olor indescriptible que sigue aferrado a mi recuero, muchas veces más que los propios pasajes del libro.
Por cultura general, la poca que me podía llegar en ese entonces a mi pueblo donde crecí, sabía la idea en general del libro: la historia de cuatro hermanas muy diferentes entre ellas, pero cuya vida giraba en torno la una de la otra.
No había dado siquiera mi primer beso cuando llegó a mi quien sería uno de mis primeros amores (y casi rol de ser). En esas páginas conocí a Jo March, una chica poco mayor que yo al momento de leer la historia quien era adicta a los libros, intensa, libre y con un carácter que ¡Dios!. Fue encontrar a una de las pocas personas que tal vez me lograra comprender, pero por desgracia estaba hecha de letras.
Un pasaje que me marcó, y que por alguna extraña razón a penas recordé, es después de que Jo se pelea con su hermana menor Amy, y ésta sufre un accidente, Jo habla con su mamá sobre como  no podía controlar su enojo en contra su hermana y eso la frustraba, la dificultad de controlar el enojo que sentía dentro.
Su mamá le explica que ella era igual, que le costaba controlar sus emociones, pero que poco a poco uno debe hacerlo. De ahí en parte el que siempre tenga mordidos los labios y el interior de mis mejillas, un pequeño consejo que saqué de ahí.
No entraré a los demás aspectos que me encantan de este libro, aunque muchos pudieran no concordar, porque he de confesar que no lo he leído en más de cinco años, y mi memoria tiende a fallar.
Simplemente esta noche me acosó el recuerdo de mi primer amor, mi primera compañera de tantas aventuras, y la verdad uno de los personajes que más me ha influido en la vida. Ya después vinieron las Elizabeth Beneth, las Briget Jones, las Chuck, y un larguísimo etcétera. Pero al principio solo estuvo Jo. Solamente quería darle un espacio a Jo, y a la influencia que sigue teniendo 12 años después de entrar a mi vida.
¿Qué rescato de este pequeño regreso al pasado? Bueno, antes que nada el consejo de la Sra. March para controlar el carácter, a ver si ahora afianza más. El valor de seguir siendo una misma, sin importar qué. 

lunes, 6 de agosto de 2012

Así que eres un adicto al trabajo...

Desde hace un par de años estoy dada de alta en bases de datos de páginas para buscar trabajo, y por alguna extraña razón no he cancelado mi suscripción a los newsletters que envían.
Hoy en la mañana me llegó un correo de la OCC cuyo título era "¿Eres Workaholic? Descúbrelo en 11 pasos". Mi primera reacción fue "¿me saben algo o me hablan al tanteo?" pero no volví a pensar en eso hasta hace unos momentos que estaba revisando mi e-mail otra vez.
Por curiosidad me puse a leer el correo, y si bien al principio me moría de la risa, al final no pude más que aceptar que tengo un pequeño problema.
En la página de la OCC hacen referencia a como la adicción al trabajo es como cualquier otra dependencia a sustancias como el alcohol o el tabaco, pues no dejamos que nuestro organismo descanse, además los workaholics "convierten el trabajo en una vía de escape".
Las 11 actitudes que plantea el sitio con las cuales podemos identificar si somos adictos al trabajo son las siguientes:



  • Te esmeras por hacer tu trabajo de la mejor manera, sin embargo, nunca tienes tiempo de disfrutar los resultados, ya que en cuanto terminas alguna tarea, comienzas a trabajar en la otra sin dar tiempo siquiera a la auto reflexión y gozo de la misma. 
  • Estás de vacaciones, sin embargo nunca te despegas del teléfono, sin importar que es el tiempo que puedes dedicarle a tu pareja o familia. Por algo se llaman vacaciones ¿No creen?
  • Prefieres hacer todas las tareas en vez de delegarlas, ya que consideras que nadie las hará mejor que tú, por lo que te quedas mucho más tranquila(o) sabiendo que fueron elaboradas por ti.
  • Si te dieran a escoger entre trabajar solo o en equipo, optarías por  estar solo y “aprovechar el tiempo sin distracciones”.
  • ¿Te ha pasado que aún dormido, sueñas con algún problema o situación que tienes en el trabajo? Ojo, procura distraer tu mente con actividades que eliminen el estrés ya que no es buena señal pensar en el trabajo 24/7.
  • Todas tus conversaciones tratan sobre temas laborales, sin importar con quién estés.
  • ¿Bajó la carga de trabajo y te sientes presionado por eso? Atención, no es una buena señal que en tiempos laborales “relajados” entrés en desesperación, desarrollando la necesidad de buscar más trabajo para llenar ese vacío.
  • No importa que sea fin de semana, tú aprovechas para “adelantar trabajo”, por lo que tu cuerpo ni mente descansan.
  • Aunque es bueno siempre buscar más éxito en nuestra vida profesional, nunca estás satisfecho con tus logros y resultados. A pesar de todo lo que hagas, siempre pensarás que pudiste haber hecho más… “tal vez si le hubiera dedicado más tiempo”.
  • Estas consciente que tu vida laboral y personal no se encuentra en un equilibrio, sin embargo, siempre existe alguna justificación para darle más valor al trabajo, excusándote en: “Quizá en el futuro lo cambie, pero ahora no me es posible.”
  • El simple hecho de pensar en no trabajar, jubilarte, faltar al trabajo, o incluso no asistir por alguna enfermedad ¡Te aterra! ¿Qué va a pasar si estás sumamente enfermo, en cama, pero sin ir al trabajo? ¡Trauma!

    En lo personal, cumplo con 8 de las 11 actitudes, y en particular la número 6 me define bien.
    ¿Qué hacer en estos casos? se recomienda el hacer deporte, entrar a clases de algo que nos interese o tener actividades recreativas o culturales que nos relajen, opciones que consideraré seriamente integrar a mi vida diaria.
    Si te interesa leer la información completa de la OCC sobre la adicción al trabajo visita haz click aquí.

  • domingo, 5 de agosto de 2012

    Definiendo a Christopher Nolan


    Hay amores que duran toda la vida, de esos que encuentras cuando menos las buscas y se quedan clavados en tu recuerdo. Así me pasó con Nolan.
    A los 16 años fui a Los Ángeles a visitar a un tío con mi mamá y mis hermanos. En ese entonces sólo mi hermano y yo hablabamos inglés, por lo que un día que queríamos ir al cine mi tío nos llevó y se fue con mi mamá y mi hermanita a otro lado.
    De acuerdo a lo que recuerdo, fue mi tío el que nos dijo "esta película está recibiendo buenas críticas, véanla". Era un cine pequeño, y en la taquilla estaba el poster. Sólo tenía una imagen de una fotografía tomada con una cámara polaroid y una simple palabra: Memento.
    Es imposible describir lo que pensé o sentí cuando salí de esa sala, pero sabía que estaba enganchada.
    Lo que si puedo decir es que ese sentimiento ha seguido conmigo después de 11 años, cada vez que termino de ver una película de Christopher Nolan vuelve a mi esa sensación. Hace una semana me pasó después de ver The Dark Knight Rises. Si, muchos dirán que no supera a The Dark Knight, pero es de esas ocasiones en las que simplemente una película llega en el momento en el que la necesitas.
    Ese día me hice un propósito, el cual cumplí esta noche: ver todas las películas de Nolan simplemente para recordarme por qué, en lo personal, lo considero uno de los mejores directores de esta generación.
    He de confesar que me resistí a ver Insomnia, y si, de sus películas es la menos llamativa, pero aquí hay que considerar seriamente que él no estuvo involucrado en el guión.
    Mis motivos son los siguientes.

    1. Inception
    2. Memento
    3. Sus personajes principales siempre tienen un lado oscuro que se explota a lo largo de la trama, ya sea una obsesión por seguir a la gente o encontrar el secreto de su enemigo, falta de memoria a corto plazo, una esposa suicida o unos padres muertos que lo motivan a convertirse en vigilantes.
    4. Pese a los desarrollo tecnológicos y digitales, prefiere hacer las cosas con efectos especiales "rudimentarios", usar lo menos posible los efectos digitales.
    5. No 3D (muy agradecida por eso).
    6. Sus juegos de edición que más que un efecto son herramientas narrativas.
    7. Sabe manejar a los actores, de manera que les saca su mayor potencial, incluso si lo único que se ve de ellos son los ojos.
    8. The Joker (The Dark Knight).
    9. No importa las veces que veas sus películas, siempre les encuentras algo nuevo, o no te dejan de impresionar
    10. Pese a que sus películas tienden a durar más de dos horas, no lo sientes
    11. Logró crear un Batman que uno pensaría que pudiera ser real.


    sábado, 4 de agosto de 2012

    Entre la seguridad y la información, el debate del periodista en México



    Lydia Cacho dejó México. Su salida, afirma la periodista, es temporal, mientras se logra estructurar una serie de medidas para garantizar su seguridad.
    La noticia corre por las redes sociales, y es imposible no recordar al “gober precioso”, Kamel Nacif y demás involucrados en la agresión que sufrió la reportera en 2006 a manos del mandatario poblano.
    En esa ocasión, pese a la detención y agresiones que sufrió, Cacho siguió adelante, denunciando y escribiendo, pero a seis años siguen las amenazas, cada vez más violentas y no queda otra salida que un boleto de avión y la esperanza de regresar.
    Fue un par de años después de la agresión contra Lydia Cacho que leí el libro que desencadenó todo, “Los Demonios del Edén”. Fue de esas lecturas que no puedes soltar, y en dos días terminé las páginas con una mezcla de indignación, asqueada y sumamente alterada. Lograr eso es prueba de una pluma talentosa, que ahora posiblemente seguirá escribiendo desde su refugio, pero lejos, muy lejos de aquí.
    Otro de los casos recientes de agresiones a periodistas fue el de Sanjuana Martínez, oriunda de Monterrey. Sus investigaciones suelen girar en torno a la trata de personas, violaciones de derechos humanos y temas de género.
    A principios de julio fue detenida de manera arbitraria, en medio de un fuerte operativo policíaco por un caso de justicia familiar, el cual no requería que la reportera pasara una noche en prisión.
    ¿El motivo del arresto? Supuestos problemas en el juicio por la custodia de sus hijos. ¿La realidad detrás de esto? Días antes, Martínez había denunciado arbitrariedades y abusos de poder de la juez Luz María Guerrero Delgado de Lejía, quien además era la responsable de llevar el juicio de Martínez contra su ex marido.
    Ambos casos han llegado a las páginas principales de los medios, mayormente los electrónicos, en gran parte porque ambas son reconocidas a nivel nacional. Pero ¿qué pasa con los reporteros de a pie que son amenazados, secuestrados, desaparecidos o asesinados todos los días?
    Los hechos suelen se consignados, y los medios de las localidades donde se dieron los hechos suelen dar cobertura más amplia, pero a nivel nacional, el tema tiende a desaparecer. ¿Por qué? Simplemente por el hecho de que en el ambiente de violencia que se vive en el país es “normal” los asesinados y agresiones.
    Pero, y esto hay que resaltarlo, estos ejemplos que comparto tienen algo que llama la atención: no son agresiones por narcotráfico, sino por denunciar los nexos de las autoridades y funcionarios con hechos delictivos.
    En la última década han sido asesinados 83 reporteros, ya sean escritos o gráficos, 14 han desaparecido, además en el norte del país son recurrentes las bombas en las puertas de las instalaciones de los medios de información.
    De acuerdo a cifras de la asociación Artículo 19, el 53 por ciento de las agresiones que viven los periodistas en México son por parte de funcionarios públicos, y solo el 13 por ciento son cometidas por miembros de bandas delictivas.
    Considerando esto, me pongo a reflexionar acerca del papel del periodista. Mucho se dice acerca de como la sociedad depende de los reporteros para informarse, que es por medio de lo que escribimos o leemos en nuestros medios que la población se entera de lo que sucede.
    Entonces, ¿dónde está nuestro compromiso con esa responsabilidad? En el día a día veo las dos vertientes de periodistas. Los que van a los eventos, multiplican notas de una entrevista, se quedan con la declaración y nunca salen de sus redacciones. Esos tienen la vida segura, pues al irse con la información oficial, pocas veces alterarán a algún personaje.
    Están los otros, los que investigan, hacen contactos, hablan con la gente, corroboran, hacen preguntas incisivas en las entrevistas al grado de ser vetados por determinados integrantes de los gabinetes de gobierno. Estos son los que podrían estar en riesgo en algún momento, pero todo con el objetivo de obtener la información, y poder entregar productos de calidad a la población. Estos son los que menos ganan, pero los que más disfrutan su profesión.
    En lo personal, aún me considero en pañales, y estoy en un pequeño limbo entre ambas clasificaciones, pero mi rumbo es hacia los salarios bajos y malas horas, pero con la certeza de que lo que escribo le puede servir a alguien en algún momento.
    Los reportes de agresiones en contra de los compañeros periodistas en el resto del país, más allá de amedrentar o incluso inhibir y dar miedo a los demás profesionales de la información, siento que lo que deben hacer es motivarnos y recordarnos la importancia de lo que hacemos, ayudarnos a mantener presente por qué entramos a esto, y si a pesar de todo nos da miedo y queremos salirnos, implica que escogimos la carrera por las razones equivocadas.
    Un doctor se compromete a trabajar por la salud de las personas, el reportero hace lo mismo, su compromiso es con la información, ponerla en manos de la población, con la esperanza de que esta sirva de algo, un intento de primeros auxilios para curar las heridas de nuestra joven democracia.

    miércoles, 1 de agosto de 2012

    En busca del balance entre las emociones y la salud

    Hace unas semanas me enfermé del estomago, cuando le comentaba a la gente los síntomas que tenía todos respondían lo mismo “ya ves, es el estrés, tienes que relajarte”.
    Esto me puso a pensar mucho en cómo el estado anímico afecta en la salud, cómo lo que pensamos puede bajar nuestras defensas, o cómo el ritmo de vida nos puede causar males más allá de corajes momentáneos.
    De acuerdo con investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York sí hay una relación estrecha entre los sentimientos y el funcionamiento del cuerpo, esto pues ambos son controlados por el cerebro.
    Las emociones se generan en la parte del cerebro que produce las hormonas que controlan el funcionamiento del organismo, por lo tanto cualquier alteración en ambas zonas neuronales afecta en la otra.
    Por eso cuando uno está enfermo se deprime, o cuando uno se estresa tiene afectaciones en los músculos o estomago.
    Buscando información sobre el tema, encontré que hay una serie de señales que nos da nuestro cuerpo cuando nuestra “salud emocional” está fuera de balance, estos son: dolores de cabeza, espalda, pecho o en general en diferentes partes del cuerpo, presión alta, problemas para dormir, mareos, palpitaciones, problemas sexuales, problemas para respirar, sudoración, tensión en el cuello, molestias en el estomago, cambios en el apetito, estreñimiento o diarrea, boca seca, cansancio extremo y cambios bruscos de peso.

    Cuando vi la lista mi primer pensamiento fue “ja, esos son la lista de los males de los reporteros”, lo cual me dio un poco de perspectiva acerca de lo “sano” del estilo de vida que llevo.
    Sé que hay que cambiar ciertas cosas, pero con el ritmo de trabajo a veces es complicado. Sin embargo, algunos sitios dan consejos que, posiblemente, sean más adaptables a los tiempos de la vida del reportero:
    - Comer bien. Ok, sé que esto se complica, pero es cuestión de dejar las papás fritas y refrescos, y de vez en cuando comer un plato de fruta, ensalada o darse una hora para ir a una fonda y comer como la gente decente (y de preferencia a buena hora).
    - Dormir lo suficiente, lo cual implica dormirse temprano.
    - “Si te caes, levántate”, o sea, no dejes que te agobien los errores, sigue adelante y enfrenta las dificultades con calma.
    - Divertirse, jugar, socializar, relajarse y hacer ejercicio, estas son cuestiones básicas para mantener sanos tanto el cuerpo como la mente.
    - Expresa tus sentimientos de formas adecuadas. Cuando uno acumula cosas que no dice, tiende a explotar causando problemas con las personas que nos rodean, por eso es necesario decir lo que pensamos o sentimos.
    - No te enfoques en el estrés, los problemas y las cosas tristes, procura siempre buscar el lado positivo de las cosas.