sábado, 17 de agosto de 2013

Memorias de una mañana en el CIS

En la página de internet el trámite parece sencillo. Se proporciona un listado de los documentos que debes  presentar, acta de nacimiento, IFE, comprobante de domicilio y hacer el pago.

Se presume que en 20 minutos uno llega y sale; esta es una de las bondades del Centro Integral de Servicios (CIS), la sede de gobierno que Rafael Moreno Valle estrenó durante su segundo informe de gobierno a principios de este año, el cual serviría para que los ciudadanos puedan hacer todos sus trámites bajo un solo techo, en menos tiempo y más eficiente. Esa era la promesa.

Poco antes de las nueve se empieza a ver a las primeras personas reuniéndose fuera de la puerta de cristal, como si fuera una barata en el centro comercial que se encuentra enfrente, pero aquí en vez de buscar las mejores prendas, uno quiere la primera ficha, el primer lugar, para salir lo antes posible y aprovechar el resto del día.

Media hora después el lugar está repleto. Uno llega, se presenta en la recepción, se le da una ficha para pasar al primer modulo, el primer escalón de un largo recorrido. Con ansías uno ve el boleto que le tocó en esta lotería, el cual tiene el número 115, y voltea a la pantalla la cual anuncia alegremente el turno 45.

De pronto una mujer se para enfrente de las filas de sillas donde esperan los afortunados del día. De manera rápida muestra un formato extraño y dice que todos deben tener ese papel dentro de su documentación, de lo contrario tendrán que presentar su CURP y RFC.

Asustado un joven se acerca a la señorita y le dice que no tiene ninguno de los tres requisitos que acaba de mencionar. Con desgano la servidora señala al modulo de Actas de Nacimiento y dice “mi compañera de ahí te puede ayudar a imprimir tu CURP”.

Con pasos rápidos para no perder su turno, el joven de alrededor de 30 años llega frente a la “compañera” que, según, sería su salvación. Le explica lo que le dijo la otra señorita, ella ni alza la mirada, estira la mano para pedir la ficha para atenderlo, al no tenerlo le dice que tiene que regresar a recepción para pedir su turno para poder imprimir lo que quiere. Los números en el monitor avanzan.

Una persona que ya pasó por lo mismo ve su desesperación y le dice que con tener los números es suficiente; rápidamente saca su smartphone y consigue los datos, los apunta en una hoja justo a tiempo para pasar a la primera ventanilla. Sabe a victoria

En este lugar entregan el formato de pago. Ya son las 11 de la mañana. Ahora hay que pasar a la sucursal de Banamex, única forma de pago disponible porque la terminal de tarjetas de crédito no tiene servicio. El banco cobra cinco pesos de comisión, la fila crece con el paso de los minutos.

A las 11:35 uno vuelve a entrar al recinto, disfruta la cantidad de luz que entra por los ventanales y el aire fresco que se siente, a pesar de que la gente sigue llegando y es poca la que sale.

La fila curveante para las Cartas de Antecedentes No Penales parece un juego de “A la víbora de la mar”, empieza pegada a unas computadoras en las que los ciudadanos -y quienes reciben un salario por dar servicios al público- tienen que escribir datos personales.

La cola de personas se extiende formando un espiral, el cual avanza lento, mientras todos portan en sus manos el turno que les corresponde, aquí un señor del DF tiene el número 149, junto a él una joven de 27 años que es maestra tiene el 163, y después de ella un hombre mayor tiene el 123. Una joven se acerca a quien organiza la fila para preguntar si no hay problema con que su número este revuelto, este la ve con ojos vacíos y dice “no”.

Pasan los minutos en esta vuelta. Dan las 12:45 cuando toman la foto y las huellas digitales. La mujer encargada del modulo porta un gafete en el que sale sonriente, pero en la vida real ni las bromas que le hacen las personas que pasan frente a ella hacen que su boca deje de abrirse y cerrar para masticar su chicle.

A la 1 de la tarde uno sale a la luz, con papel en mano, los pies cansados, el estomago vacío, y un día a punto de empezar.

martes, 6 de agosto de 2013

Emociones geeks y Pacific Rim



Soy la niña geek que creció viendo animes y cuya vida quedó marcada por Evangelion.
Soy la niña geek que tiene una figura de acción de un Eva en su paquete original, 12 años después de haberlo comprado.
Soy la niña geek que esperó con ansías Pacific Rim.
Soy la niña geek que a la mitad de la película ya estaba abrazando su bolsa en plena sala de cine, absorbiendo cada cuadro de la película con ojos abiertos como platos.
Soy la niña geek que al final de la película acabó con los ojos húmedos, la boca abierta y un sentimiento de placer indescriptible.
Soy la niña geek que hoy vio lo más cercano a un live action de su serie favorita y sobrevivió la emoción.
Hoy, soy la niña geek más feliz del mundo.
Podría decir mucho sobre la historia que es perfecta, los efectos que son impecables, el homenaje a tantas y tantas películas/series/animes/mangas. Pero no, sólo puedo y quiero decir: soy feliz.