lunes, 20 de septiembre de 2010

Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

Sigo sin comprender cómo llegamos a esto. En qué momento el ser periodista, de ser una profesión tan loable, con sus vicios como todo, pero hasta con un cierto tono romántico, pasó a ser casi una sentencia de muerte.

Siendo sinceros, en México no se puede decir que haya habido mucho cambio en cuanto a la libertad de expresión; digamos que antes se tenía, pero no se aprovechaba, por chayos, “convenios publicitarios”, influencia del gobierno, usted diga. Hoy, no se tiene, y se añora. Actualmente, después de tantas represiones, de tanta sangre derramada, los periodistas recurren a un vicio muy necesario: la autocensura.

No olvidaré cuando, por cuestiones laborales, hace unos cuatro meses me comuniqué con un periódico del norte del país. Mi jefe me había pedido fotos de una balacera, ejecutado o algo por el estilo. En el primer diario al que marqué, me dijeron que no tenían fotos sin más. En el segundo, el joven al otro lado de la línea agregó que ya no manejaban temas de narcotráfico. “¿Sólo ustedes?” fue mi inocente pregunta, a lo me contestó “no, ningún periódico”. Me explicó como ya era una regla en los medios de comunicación de los estados del norte del país no hablar acerca de temas de narcotráfico, abstenerse de manejar fotografías y sólo publicar la versión oficial. “Con decirte que hace una semana nos tiraron una bomba molotov en la puerta del diario”, remató antes de disculparse y colgar.

Meses después de esa llamada, se dio el caso de los reporteros secuestrados en Gómez Palacio, lo cual me dio una idea más clara de lo que estaba pasando en el ámbito periodístico en aquellos lugares. Y los casos se siguen reproduciendo una y otra vez, ahora un fotoperiodista en Juárez, mañana o la próxima semana a ver quién cae.

La respuesta del Diario de Juárez, ante el asesinato de un miembro de esa casa editorial, es mucho más valiente que cualquier otra reacción que uno haya esperado. Ante la falta de apoyo por parte del gobierno, no queda más que voltear a quienes nos golpean y decir “¿Qué te he hecho? ¿Qué quieres de mi? Me duele y ya no quiero seguir así”.

Se maneja una cifra de 80 periodistas muertos en los últimos 25 años; 48 de ellos, más de la mitad, en lo que va de esta década. ¿Cómo es posible que con la entrada del gobierno de la alternancia, también entrara este grado de violencia?

Una de las funciones del periodista es ser crítico y juez del poder, para de esta manera ser defensor de la democracia, o al menos ese es uno de los ideales de la profesión. Pero ¿cómo se puede esperar que se siga defendiendo ese ideal, cuando la vida es la que esta en peligro? ¿hasta dónde acaba el periodista y empieza el mártir? ¿quién esta para defender al defensor de la democracia?

Para finalizar, retomo las palabras que me escribió en una ocasión el periodista Jacinto Rodríguez Munguía, cuando le solicité palabras de consuelo a un grupo de periodistas universitarios que habíamos sufrido nuestra primera censura:

Creo que la pieza más importante para seguir vivos y respirando, es no dejar de creer en lo que hacemos, cómo lo hacemos y con la firme convicción de que quizá eso no le sirva más que a nuestra memoria. Que al final no hay aplausos, ni reconocimientos, ni fama, ni nada, solamente la satisfacción de haber hecho lo que creíamos que era lo correcto y eso, eso es suficiente para vivir y respirar en paz, caminar en libertad, vivos...

(Ilustración: "El Duelo" Power Azamar)

domingo, 19 de septiembre de 2010

De contraseñas, pajaritos y el presi

Hace unas semanas se dio un debate acerca del cambio en la cuenta de Twitter del presidente Felipe Calderón. Se habló acerca de como esto pudo ser una respuesta a las fuertes críticas que recibía el mandatario de sus followers en la popular red social, otros que se quería separar de cierta forma de los comentarios hechos días antes.

Lo que sorprendió a muchos es que se dio de un día para el otro; de pronto, la cuenta @presidente_FCH eliminó tanto tweets como seguidores y sólo dejó un mensaje dando la cuenta “oficial”, @FelipeCalderon.

La versión oficial dice que Calderón quería iniciar el proceso de verificación de personalidad de Twitter, pero como no recordaba la contraseña, le pidió ayuda a un especialista de la red social para hacer los cambios, y ya que tenía la verificación, aprovechó para cambiar su cuenta.

Esta versión suena coherente y calmó algunas de las voces que se levantaron con esta modificación, pero en lo personal, la encuentro más preocupante que la teoría de censura y autocensura por parte de la presidencia. Analicémosla por un segundo: nos están diciendo que Felipe Calderón no recordaba la contraseña que él mismo puso para su cuenta de Twitter, más que nada porque accesaba desde su BlackBerry.

¿No suena preocupante el hecho de que el destino de nuestro país, las decisiones políticas y económicas de una nación estén en las manos de alguien que no recuerda su contraseña? Digo, a todos nos pasa, yo he batallado infinidad de veces en encontrar mis contraseñas de cuentas que no acceso con frecuencia, por eso doy gracias a que soy responsable de mi y no de otra persona, menos aún de un país entero.

Hay muchas opciones a la hora de elegir una contraseña para alguna cuenta en línea como repetir alguna usada en otro sitio, usar cosas comunes para nosotros, fechas, teléfonos, nombres; y todavía aún, se pueden apuntar.

Más que enfocarnos al hecho de que cambió la cuenta, aquí lo importante es que, si es cómo dicen, que el presidente OLVIDÓ su contraseña, deberíamos preocuparnos de qué otras cosas habrá olvidado el buen presi.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Inicia el recuento de los daños

He de confesar que soy primeriza. No me tocó estar en Tabasco para la inundación del 2007 o del 2008. Fui de las que veíamos desde fuera las imágenes de lo que sucedía en Villahermosa, que no nos separábamos de los monitores en búsqueda de información, de los que sufríamos a ver esos lugares tan conocidos hasta el tope de agua.

La última inundación grande que me tocó pasar fue la de 1999, pero en aquel entonces era una chamaquita de secundaria que no le importaba nada más que el gato que acababa de adoptar (el cual pereció ahogado en casa de un primo) y el hecho de sentirme un bicho raro. A penas cancelaron clases, mi familia y yo emigramos a Jonuta y no supe mucho de lo que pasaba en la capital.

Ahora la cosa es un poco diferente. Ya llevó un año residiendo otra vez en Villahermosa, y dado que trabajo en un periódico el flujo de información de lo que esta pasando es constante y, muchas veces preocupante.

La mayoría ya sabe cómo reaccionar ante lo que al parecer viene, pero muchas veces yo me quedo sentada diciendo “ahora, ¿qué voy a hacer con mis libros, películas y ropa?”; mi hermana ya mandó muchas cosas a Jonuta con mis papás, mientras yo sigo pensando “ok, cuando se venga el agua, veré cómo me las arreglo”.

Por el lado positivo, es que tengo otras tres amigas que estamos en la misma circunstancia, ellas tampoco estaban aquí hace tres años, y por lo menos dos de ellas concuerdan conmigo en que el ambiente se siente raro, y no sabemos qué pasará.

Ante esto, he decidido usar este pequeño espacio como un diario de lo que viene, un recuento personal de las impresiones e información de la inundación que viene… o no.

Espero poder actualizarlo lo más posible, y dar la perspectiva de esta virgen de la inundación, de esta, mi primera vez.

Foto tomada en Jonuta, Tabasco, el 11 de septiembre de 2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Patriotismo bicentenario

Hoy mi hermana me dijo “de pronto me siento mal de no ser patriótica”, esto relacionado con una apatía que tenemos en nuestra casa en lo que respecta a las celebraciones de la independencia y revolución; nunca hemos sido de decorar, ni de hacer los grandes festines tradicionales.

Ante el comentario de mi hermana, no pude más que ponerme a reflexionar ¿qué significa ser patriótico? En lo personal, a pesar de mi falta de ropa y accesorios tricolores, mi constante inasistencia a las celebraciones del grito, y mi reacción medio plana con respecto a los resultados de la selección mexicana, me considero tan patriota como muchos.

Ser patriota no es pintarse la cara de verde, blanco y rojo; no es ir a la basílica a rezarle a la Virgen cada 12 de diciembre; no es llorar cada que la selección pierde un partido de fútbol; no es aceptar el pan y circo que nos da año con año, en cada ocasión posible, la gente en el gobierno, para calmar y distraer a la gente de lo que pasa en la realidad cotidiana.

Para mí, ser patriota es ser consciente del país en el que vivimos, de las carencias y las cualidades de México (a pesar de que, muchas veces, estas últimas son difíciles de ver); es estar dispuestos a ayudar a mejorar la realidad desde nuestras trincheras, ya sea desde el salón de clases, el consultorio médico, la redacción de un periódico, en casa educando a nuestros hijos; es buscar hacer un cambio, por mínimo que parezca, para que mañana la cosa no se vea tan mal como antes. Es estar dispuestos a alzar la voz y reclamar ante las injusticias, es pararse y decir “¡basta!”.

Ser patriota no es saltar envueltos en la bandera, es simplemente buscar cómo ayudar para hacer ese cambio que hace falta, desde tirar la basura en el lugar adecuado, hasta luchar por el cambio en las estructuras de gobierno, que tanta falta nos hace.