¿Alguna vez se te han mezclado los
recuerdos? No sé cuándo comencé con esa tendencia, tal vez la he
tenido siempre, pero la primera vez que lo recuerdo bien iba en un
camión en Villahermosa. Tenía poco de haber regresado a vivir allá,
después de mi aventura post universidad en Los Ángeles, donde viví
un par de meses. Iba creo que al cine o algo. El camión en que viajaba cruzaba una de las avenidas principales de la ciudad, cuando de pronto mi
mente dio un salto radical, y por un momento pensé que estaba otra
vez en California, camino hacia mi centro comercial favorito a una
tarde de películas, café y libros. Obviamente las calles no tenían
nada de parecido, pero el sentimiento fue ese, y por un breve
instante los dos lugares eran idénticos, pero solo por un segundo,
después las diferencias, el tiempo y la realidad volvieron a hacerse
palpables.
Es normal que siempre haya detalles que
nos lleven al pasado. Una canción nos recuerda una escena
determinada de nuestra vida, un olor nos hace sentir cercana a una
persona lejana, el sabor de algún dulce o comida nos hace rememorar
a nuestras abuelas, madres o simplemente la infancia.
Pero ¿qué pasa cuando los recuerdos
vienen de la nada? ¿Cuando el ayer y el hoy se vuelven una amalgama
extraña y por un par de segundos perdemos la percepción de dónde
estamos?
La escena que describí no es la única,
ya estando en Puebla en muchas ocasiones la ciudad se me ha mezclado
tanto con Villahermosa como con Los Ángeles. Hace unos días iba en
un taxi sobre la 31 Poniente y por un momento pensé que iba sobre la
Avenida Gregorio Méndez a ver a un amigo en Tabasco.
Lo peor es cuando no solo se nos
mezclan los lugares, sino los recuerdos. Cuando esa noche que te
prometiste que nunca olvidarías sigue viva en tu memoria, pero
hay momentos en que no recuerdas si la viviste con tu actual pareja, o la anterior,
o la anterior.
La revoltura de sentimientos y personas
que los provocaron normalmente me dan en las depresiones, cuando
termina alguna relación o seudo relación (de esas que se me dan
mucho), en ese momento de recuento de los daños regresan peleas,
lágrimas y dolores del pasado, se mezclan con las nuevas y debo
pasar un buen rato clasificando a quién le corresponde cada cosa
simplemente para no volverme loca.
Cuando se nos mezcla el pasado, el
presente y cosas que nunca pasaron, ¿qué nos quiere decir nuestra
mente? ¿qué juego enfermo es ese, esa sopa de letras con
fotografías de nuestra vida que debemos ordenar?
Tal vez es de esas cosas que le dan
sabor a la vida, y tal vez no es tan común que ese tipo de mezclas
se nos den, pero sé que me esperan muchas noches en las que sentiré
el foco de la luminaria que da directo a mi ventana de Villahermosa,
o mañanas en las que me levantaré con la idea de que tengo que
pasear a las gordas, como le diría mi tío a sus perritas, y luego
ese sentimiento se esfumara con la promesa de regresar más tarde.
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