domingo, 8 de julio de 2012

La perra de Plavov

Nota: el siguiente es un pequeño debraye de ficción


Condicionamiento. Lo queramos o no, pero nuestro subconsciente nos domina, y el condicionamiento es cosa de todos los días.
Recuerdo perfectamente cómo inició mi problema. Después de un año con mi ex, un día tuvimos que terminar, porque simplemente nos dimos cuenta que queríamos cosas diferentes.
Para despedirnos tuvimos una noche especial, compramos cosas para cocinar, música y una dosis intensa de sexo. El único detalle es que con cada beso y caricia que nos dábamos, yo sabía que el final se acercaba, y en vez de sentir el placer de siempre me entró un sentimiento diferente, que ahora es común para mí, aunque todavía no defino qué es.
Acabamos sudados y abrazados, y mientras él jugaba con mi cabello yo aguantaba las lágrimas, no podía echar a perder nuestra última vez juntos.
Por un tiempo logré sacarlo de mi vida, hasta que un día me encontré en la calle a una conocida de los dos, y me dio la noticia: él, mi hombre, estaba viviendo con otra, una mujer que conoció dos semanas después de nuestro último encuentro.
Al principio no supe cómo reaccionar, el resto del día en el trabajo estuve en un estado de shock, no podía comprender qué había pasado.
Por la noche, estando sola en mi cama con la luz apagada comencé a llorar. Por mi mente pasaron todos los momentos que pasé a su lado, y de pronto apareció él, tal y como en nuestro último encuentro, lamiéndome, mordiéndome, estrechándome en sus brazos mientras me penetraba.
Sin darme cuenta, mi mano ya estaba en mi vagina, y entre los gemidos de mi llanto se mezclaron los que me generaba el recuerdo de ese último momento de placer que tuve a su lado. Al llegar al climax regresó ese sentimiento extraño, esa mezcla de felicidad, depresión, satisfacción y soledad.
Ahí comenzó el declive. Ese día me di cuenta que la única forma para poder dejar de llorar por él era masturbarme, o de preferencia tener relaciones con alguien más. En sí, para calmar las lagrimas, necesitaba un orgasmo.
Sí, al principio lo hacía para olvidarme de él, pero con el tiempo se volvió una necesidad física. Cada vez que me sentía deprimida o triste por cualquier cosa, ya fuera algún problema en el trabajo, un libro, alguna tragedia familiar, tenía que buscar a alguien que me diera placer, o buscar un lugar donde yo misma pudiera hacerme cargo del asunto.
Pero claro, esto también funciona a la inversa. Una vez que me olvidé al fin de aquel intenté iniciar alguna relación seria, y las pocas veces que me he arriesgado con alguien, cuando al fin nos vamos a la cama termino llorando, pero no de placer, eso creo que les gustaría más. Después del orgasmo comienzo a llorar inconsolable, sin saber por qué. Simplemente el placer y la tristeza se han vuelto un solo sentimiento para mi.
Después de muchos meses ya había perdido la esperanza, pensé que no tenía cura y que así ningún otro hombre me iba a querer. Esto obviamente me causó un estado de depresión gravísimo, con su consecuente libido al máximo.
Fue en este estado que lo conocí. No puedo describir qué es lo que me hace, pero no sólo ha sabido sobrellevar mi condicionamiento, sino que lo aprovecha al máximo, para beneficio de los dos.
¿Recuerdas cómo cuando eras pequeño y llorabas tu mamá te decía “sigue y te voy a dar algo para que llores de verdad”? Digamos, en resumen, que esa es la postura que él toma conmigo, y la verdad, nunca había estado tan deprimida como ahora. Y lo amo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario