¿Qué pasaría si mañana nos despertamos en una realidad kafkaniana en la que, no es que pronto nos convirtamos en bichos, sino simplemente que cuando abramos los ojos todo avance tecnológico de los último 30 años desaparezca?
Si de pronto celulares, computadoras, internet y redes sociales dejaran de existir y nos quedaramos en lo básico, teléfono, televisión y radio, ¿qué impacto tendría esto en nuestras vidas?
¿Cómo impactaría nuestras relaciones sociales? ¿cómo sabríamos qué está haciendo nuestra ex pareja o con quién está saliendo ahora si no tenemos Facebook para estar al tanto? ¿cómo compartirle al mundo lo que estamos comiendo si ya no tenemos Twitter? ¿qué serían de las relaciones sociales del siglo XXI si no tuvieramos las redes?
El sólo pensarlo me da escalosfríos, desde antes de que existieran las dos redes sociales más populares de hoy en día, una amiga y yo nos títulamos con honores en la universidad en la Licenciatura de Acoso Virtual; veíamos a un chico que nos atraía en una clase y en un abrir y cerrar de páginas ya teníamos información sobre él. De hecho, considero que el aumento de redes sociales complicó nuestro trabajo.
Hay infinidad de historias de gente a las que una actualización de Facebook les ha arruinado su relación amorosa, pero bueno, ¿qué tonto o sínico tiene que ser alguien para subir fotos donde sale besandose con alguien que no es su novio, o que al día siguiente de tronar con su novia de años pone “en una relación” con alguien más? Es que hasta para ser infiel hay que ser inteligente, y más ahora que vivimos en la Aldea Global, en la que tarde o temprano todos se enteran de todo.
Pero bueno, me estoy desviando del tema, ¿qué pasaría si mañana perdieramos todo eso? La gente de esta generación esta acostumbrada a sostener sus relaciones amorosas por medio de mensajes de celular, recados en el muro o inboxs en el Facebook, textos del Blackberry Messenger, y un larguísimo etcétera.
Imaginense. Una realidad en la que la gente para conocerse tenga que hablar, articular palabras y no tan sólo escribirlas (con pésima ortografía por cierto); un mundo en el que cuando un chico quiera invitar a la chica tenga que marcar el teléfono (de casa) para poder diálogar con la susodicha y acordar la cita.
Soy de la idea de que en los tiempos en los que las cosas eran así, no es que las mujeres fueran recatadas y más sumisas, a la espera de que el hombre las buscara, ese es un mito que se generó en torno al silencio que guardaban las muchachas. En realidad, tenían ganas de lanzarse, invitar al chico que les gustaba o simplemente poder decirle “hola”, pero por desgracia, o fortuna, en ese tiempo no había los avances tecnológicos que pudieran dar rienda suelta a los impulsos femeninos.
La falta de tecnología ¿haría más sencillas las relaciones amorosas, al ocultarnos ciertos detalles dolorosos pero necesarios, o las haría más complicadas al no poder expresar ciertas cosas en el momento que querramos?
Tal vez nunca lo sabremos, pero no está de más imaginar que nos convertirnos en pequeños bichitos que no puedan teclear “vamos por un café”.