sábado, 18 de mayo de 2013

Historias de Taxis I


"Buenos días, señorita. No se preocupe por los niños de atrás, son mis hijos. Ya sabe, hoy no hay clases y no tengo con quién dejarlos, por eso acá los traigo. Saluden, niños. 
Oiga, ¿usted no es de aquí verdad? Si, se nota, las poblanas son... ¿cómo decirlo?... No tímidas... Son cerradas. Cuando les hablas ni te responden. ¿Va al trabajo? ¡Qué bueno que trabaje, señorita, que se esté haciendo su camino en este mundo! 
Sí, mis hijos son muy tranquilos, se entretienen con lo que ven por la ventana del carro. Ahí en la semana los llevo a la escuela, los paso a recoger, los llevo a comer a la casa y me los traigo a trabajar; eso sí, regreso temprano a la casa porque tienen que hacer tarea. Ya después en la tarde le doy un rato más, y al día siguiente lo mismo. Sí, es complicado pero tenemos que salir adelante. Tenemos que salir.
¿Yo? Soy de la zona entre Oaxaca y Puebla, me vine a estudiar hace muchos años para ingeniero agrónomo, quería estar en el campo, pero un día agarré el taxi y dije “esto sí me deja” y ahí me quedé. De eso ya unos 15 años.
El taxi sí deja pero es caro. Sólo las placas cuestan unos 300 mil, por eso las mías las rento, pero el coche sí es mío.
Ay, señorita, cómo me gustaría encontrarme una tabasqueña como usted, se ve que son bien abiertas y amables. Le digo que yo soy de provincia, pero cuando me vine a Puebla me casé con una de aquí. No aguantó. Nos dejó hace como dos años. Sí, se fue y me dejó a los niños. Tenían dos y cinco años. Pero ahí los ve, estamos bien a pesar de todo. Sí, están felices porque siempre están con su papá.
Aquí estamos, señorita. Son 60 pesos. Me llamo David, espero verla otro día. Niños, despídanse de la señorita. Que tenga buen día, mucho gusto conocerla".

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