"Puebla es una ciudad segura", nos repiten hasta el cansancio gobernantes, secretarios, funcionarios públicos; no así los presidentes de cámaras de comercio, quienes denuncian una y otra vez los atracos en comercios y a clientes.
"Puebla es una ciudad segura", me dijeron cuando, con tan sólo tres meses de vivir en aquí, una mañana de julio me abrieron la mochila al subirme al transporte público y me sacaron mi Mac; la denuncia se presentó pero nada pasó. Incluso el propio secretario de Seguridad Pública Municipal designó a un elemento policíaco a que me llevara a esos puntos que tienen identificados donde se vende la mercancía robada, pero de mi lap blanca, nada.
"Puebla es una ciudad segura", se escuchó por ahí cuando a una compañera fotógrafa le robaron su equipo una mañana en la zona del Centro Histórico; la amenazaron con una navaja en plena calle.
"Puebla es una ciudad segura" se lee en algún periódico mientras a una amiga la asaltan a dos cuadras de su casa; los delincuentes se llevaron su cartera, el iPhone de su trabajo y su calma.
"Puebla es una ciudad segura" dicen por ahí, cada vez que alguna amiga llega a contarme como en el camión le sacaron la cartera o el celular del bolso.
"Puebla es una ciudad segura", aseguró el gobernador una vez más pese a que en lo que sería el asalto a cuentahabiente número cuarenta y algo del año (aproximadamente) un joven de 24 años falleció.
Claro, Puebla se verá como una ciudad segura si se compara con Veracruz. Es como decir que un niño de cinco años tiene menos vicios que un joven universitario de 19.
Si se ve así, claro que Puebla es una ciudad segura. No hay más qué decir.
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