Siendo sinceros, en México no se puede decir que haya habido mucho cambio en cuanto a la libertad de expresión; digamos que antes se tenía, pero no se aprovechaba, por chayos, “convenios publicitarios”, influencia del gobierno, usted diga. Hoy, no se tiene, y se añora. Actualmente, después de tantas represiones, de tanta sangre derramada, los periodistas recurren a un vicio muy necesario: la autocensura.
No olvidaré cuando, por cuestiones laborales, hace unos cuatro meses me comuniqué con un periódico del norte del país. Mi jefe me había pedido fotos de una balacera, ejecutado o algo por el estilo. En el primer diario al que marqué, me dijeron que no tenían fotos sin más. En el segundo, el joven al otro lado de la línea agregó que ya no manejaban temas de narcotráfico. “¿Sólo ustedes?” fue mi inocente pregunta, a lo me contestó “no, ningún periódico”. Me explicó como ya era una regla en los medios de comunicación de los estados del norte del país no hablar acerca de temas de narcotráfico, abstenerse de manejar fotografías y sólo publicar la versión oficial. “Con decirte que hace una semana nos tiraron una bomba molotov en la puerta del diario”, remató antes de disculparse y colgar.
Meses después de esa llamada, se dio el caso de los reporteros secuestrados en Gómez Palacio, lo cual me dio una idea más clara de lo que estaba pasando en el ámbito periodístico en aquellos lugares. Y los casos se siguen reproduciendo una y otra vez, ahora un fotoperiodista en Juárez, mañana o la próxima semana a ver quién cae.
La respuesta del Diario de Juárez, ante el asesinato de un miembro de esa casa editorial, es mucho más valiente que cualquier otra reacción que uno haya esperado. Ante la falta de apoyo por parte del gobierno, no queda más que voltear a quienes nos golpean y decir “¿Qué te he hecho? ¿Qué quieres de mi? Me duele y ya no quiero seguir así”.
Se maneja una cifra de 80 periodistas muertos en los últimos 25 años; 48 de ellos, más de la mitad, en lo que va de esta década. ¿Cómo es posible que con la entrada del gobierno de la alternancia, también entrara este grado de violencia?
Una de las funciones del periodista es ser crítico y juez del poder, para de esta manera ser defensor de la democracia, o al menos ese es uno de los ideales de la profesión. Pero ¿cómo se puede esperar que se siga defendiendo ese ideal, cuando la vida es la que esta en peligro? ¿hasta dónde acaba el periodista y empieza el mártir? ¿quién esta para defender al defensor de la democracia?
Para finalizar, retomo las palabras que me escribió en una ocasión el periodista Jacinto Rodríguez Munguía, cuando le solicité palabras de consuelo a un grupo de periodistas universitarios que habíamos sufrido nuestra primera censura:
Creo que la pieza más importante para seguir vivos y respirando, es no dejar de creer en lo que hacemos, cómo lo hacemos y con la firme convicción de que quizá eso no le sirva más que a nuestra memoria. Que al final no hay aplausos, ni reconocimientos, ni fama, ni nada, solamente la satisfacción de haber hecho lo que creíamos que era lo correcto y eso, eso es suficiente para vivir y respirar en paz, caminar en libertad, vivos...