Desde que regresé a vivir a Villahermosa, el nombre de esta calle me ha llamado mucho la atención... hasta donde yo recuerde su nombre era "Río" y no su nueva nomenclatura tan jovial
domingo, 28 de febrero de 2010
Rotulaciones tabasqueñas
Desde que regresé a vivir a Villahermosa, el nombre de esta calle me ha llamado mucho la atención... hasta donde yo recuerde su nombre era "Río" y no su nueva nomenclatura tan jovial
jueves, 25 de febrero de 2010
Somewhere over the rainbow
En septiembre de 2008 viajé a Los Ángeles para pasar una temporada en casa de mi tío Francisco. Llegué en el momento en el que el clima político estaba a todo lo que daba: los candidatos presidenciales acababan de presentar a sus parejas de formula (Barack Obama anunció a John Biden como su candidato a la vicepresidencia, y John McCain hizo lo mismo con Sarah Palin); en un aspecto más local, en California se encontraba el debate por la Propuesta 8, la cual buscaba apelar el decreto aprobado meses antes que legalizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo en el estado. El día de las elecciones llegó, la gente eligió al primer presidente negro de Estados Unidos, y en California se aprobó la proposición, lo cual generó una serie de reacciones de parte de grupos defensores de los derechos de los gays (ahondo un poco más en el tema en este post http://chaneks.blogspot.com/2008/12/proposition-8.html ).
Regreso a México, y al cabo de unos meses me encuentro con que se empieza a dar el mismo debate acerca de los matrimonios gays en la Ciudad de México, lo cual ha repercutido en reacciones de partidos políticos, iglesias, personajes televisivos (tenemos que recordar las “brillantes” opiniones de Esteban Arce http://www.youtube.com/watch?v=g3vHlS1hr5E ), y muchas otras personas más. Los que abogan por los “valores morales” y el “respeto a la familia” parecen ignorar que en muchas ocasiones sus “líderes” son descubiertos en actos de pederastia, las familias presentan cuadros de violencia intrafamiliar, madres sumisas o solteras, padres alcohólicos, hijos abandonados, explotación infantil y un sin fin de problemas más.
En una ocasión una tía me decía que su problema es que no sabe cómo explicarle a su hijo de 6 años por qué los hombres de pronto se visten como mujer, o son amanerados y se besan con otros hombres; es un punto de vista muy respetable, pero siento que la respuesta es sencilla: “de la misma manera que le explicas que él, por ser niño, tiene pene, y una por ser mujer tiene vagina; de la misma manera que le explicas de dónde vienen los bebés, por qué su mascota murió y todos esos temas difíciles para los padres: hablando”. Las personas que no logran entender (o no quieren entender) el tema homosexual y se escudan diciendo “hay que pensar en los niños” tienen que recordar algo: esta generación que viene, los niños más chiquitos, están creciendo en un escenario social y político diferente al que crecieron ellos, por ejemplo, están entrando a un mundo donde lo más normal es que haya al menos una computadora por casa, cuando en sus tiempos las computadoras eran casi cosas de ciencia ficción.
A lo largo de todas las discusiones no puedo dejar de pensar en algo que dijo el periodista estadounidense Keith Olbermann cuando fue aprobada la Prop 8: “No es una cuestión de política, no es una cuestión de religión, es una cuestión de amor”. ¿Qué derecho podemos tener para negarle a otro el expresar su amor hacia su pareja?
miércoles, 24 de febrero de 2010
Cuentos urbanos
Al verla sentada de esa manera, con la cabeza apoyada en el respaldo de esa silla y la mirada perdida en algún puto que él no podía descifrar, Francisco no podía más que ver a Sofía como una princesa de un cuento urbano, una bella durmiente de oficina ofreciendo sus labios al mejor postor, porque hoy en día la realeza masculina se mide por la cantidad y calidad de regalos que se le presentes a las reinitas.
Desde el extremo opuesto del pasillo él la observaba constantemente, sin tener nunca el valor para acercase y dialogar con esa ninfa quien, con sólo decirle “hola” en las mañanas, despertaba un cierto cosquilleo en sus pantalones.
Él pasaba horas observándola, se sentía identificado con ella, la amaba a pesar del silencio abismal que se cernía entre ambos. Había sido testigo de todos los cambios de Sofía, desde el día que se cortó el cabello, o cuando usaba aretes nuevos o retocaba su manicure francés, hasta sus cambios emocionales, el rubor que coloreó sus mejillas cuando el “hombre ese” (así le decía Francisco al no saber su nombre) comenzó a mandarle correos electrónicos, hasta la hinchazón en sus ojos el día que terminó esa relación; pero eran momentos como este, cuando veía en su mirada esas ganas de huir, esas ansias de dejar todo atrás, que él más la amaba.
Soñaba con llegar a la puerta de la oficina en un Audi blanco, que subía hasta esa prisión donde Sofía esperaba cual Rapunsel peinando sus cabellos; estando frente a ella, se veía ofreciéndole una tarjeta de crédito sin límite, ante lo cual ella desfallecía en sus brazos, y juntos se alejaban del tedio laboral en su corcel último modelo.
Estaba tan perdido en su ensueño, mirando embelesado a su princesa, cuando de pronto ella lo vio, lo miró un par de segundos y le sonrió. Ante esto, Francisco sintió el cosquilleo en su pantalón y, apenado, regresó la mirada al monitor sin devolver la sonrisa; de reojo alcanzó a ver como Sofía regresaba a su posición original sin darle importancia al incidente.
Y es que este príncipe urbano, prefiere quedarse hechizado por un sueño imposible, que enfrentar al dragón llamado realidad.