En una de esas caminatas terminé en el Iglesia de San Cristobal, ubicada en un cerrito, y me senté a la orilla de esta a ver los arboles que la rodeaban, y me quedé viendo uno en especifico y escribí esto:
Un árbol de tronco delgado, parece débil, al ser sacudido por el viento se dobla y parece que caerá, pero hay que recordar que ha pasado mucho tiempo para llegar a ese tamaño; se verá delgado, débil, pero dentro de sí hay una fortaleza y una determinación por alcanzar el cielo.
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