Hace unos meses fui a una entrevista de trabajo; llegué ahí porque el novio de una prima trabajaba en este lugar y le enseñó mi curriculum a su jefe, quien se interesó mucho en mi perfil y me quiso conocer. Desde el momento que entré en su oficina estuve segura, hablé acerca de mis intereses profesionales y periodísticos, que si bien recién acababa de regresar a Tabasco después de 6 años de vivir fuera estaba dispuesta a aprender rápido todo lo referente al ambiente político y social que existe en el estado. A los pocos minutos de platicar, el hombre que me entrevistaba me dijo que tenía el perfil perfecto para un trabajo que se acababa de desocupar, que me relacionaría con diferentes áreas y que sería la oportunidad perfecta para aprender, me habló del salario y del horario era un poco matado (era toda la tarde para salir cerca de las 12 de la noche); todo me pareció perfecto, ya estaba a punto de decirle “¿dónde firmo?” cuando dijo: “por desgracia, y esto es aquí entre nos, el área de recursos humanos nos tiene una regla no escrita de no contratar mujeres, en especial para ese horario, porque luego si tienen esposos o novios empiezan los problemas, o también empiezan a andar con algún compañero de la oficina, se casan y nos dejan el trabajo botado; en lo personal estoy en contra de esta posición, pero pues ellos mandan”. Después de salir del shock que me ocasionó esta afirmación le dije muy tranquila “pues, no estoy casada, no tengo hijos, no tengo novio y no ando en busca de uno, por el horario no tengo el más mínimo problema, no veo cuál es el problema”. Él me reiteró su oposición a la orden de recursos humanos, pero no había nada qué hacer, me prometió hacer lo posible y avisarme si salía algo más.
Este fue mi primer choque con lo que es la “cultura laboral” en un mundo machista. La idea de que las mujeres somos irresponsables, o que nada más estamos esperando encontrar al “amor de nuestras vidas” y después abandonaremos todos por él se me hace de lo más retrograda e ignorante, similar a la idea del clérigo que dijo que las mujeres promiscuas son la causa de los sismos. Y claro, esta no es la única muestra que tenemos de esta actitud machista; es común que las mujeres recibamos menos salario que los hombres por desempeñar el mismo trabajo, y que, como en mi trabajo actual, no exista una sola mujer en las áreas de tomas de decisiones.
¿Qué es lo que tanto miedo da en el ambiente laboral con respecto a las mujeres? ¿Será que somos más sensibles? ¿Qué nuestros cuerpos incitan el lado lujurioso en los hombres y por eso nos quieren relegar a un rincón donde no podamos ser distractores del trabajo pero donde puedan apreciar nuestros atributos? ¿O más bien saben que, en cierta medida, podemos llegar a ser competencia, y que por este mismo ambiente en el que nos hacen menos, una busca demostrar su capacidad con más afán que un hombre que tiene todo seguro, y a la larga podemos llegar a posiciones de poder? Espero en verdad que sea este último, o más bien, deberíamos, como mujeres, hacer de esta idea mi nueva filosofía laboral.