martes, 8 de mayo de 2012

Un encuentro con Rubén Blades



El entrevistado llega tarde y pide una disculpa. Se sienta en la mesa principal de frente al salón lleno de reporteros, quienes toman turnos para lanzar sus preguntas, las cuales son recibidas con calma y contestadas con el conocimiento y experiencia que uno gana a lo largo de 63 años de vida.
A diferencia de otras ruedas de prensa, en la que los políticos o funcionarios toman posturas prepotentes y esquivan preguntas, el entrevistado del día acepta todo, las preguntas más fumadas son contestadas con ánimo, y el encuentro se torna en una charla, como si fuera una plática de café.
Nada en él da señas de altanería, todo de negro con una gorra de Panamá y una botella de agua en la mesa, así transcurren los minutos en los cuales uno llega a olvidar el tamaño de personalidad que tiene enfrente. Hasta que sale el comentario.
El personaje en cuestión narra cuando se metió en la producción de un disco en el cual adaptaba cuentos de Gabriel García Márquez a la música. “Entonces le pedí a Gabriel que me ayudara a escribir las canciones”, es hasta que se expresa con tal naturalidad y familiaridad del escritor más importante de Latinoamércia que uno recurda que tiene enfrente a Rubén Blades, salsero, actor, activista social, político y ex funcionario de su país.
Originario de uno de los barrios más pobres de Panamá, el salsero hace un pequeño recuento de las enseñanzas que dejó en él esa etapa de su vida, y cómo ésta es lo que lo motiva a involucrarse en la vida política de su país, por ese sentimiento de responsabilidad con su gente. Gané dinero cantando de las dificultades y entré en una contradicción, por eso busco cómo ayudar, comenta a los presentes.
Horas después da un concierto en el Zócalo de Puebla, en el cual tocó muchas de sus canciones más conocidas. Si bien tiene canciones alegres, con temas tradicionales en la salsa, predominan las que te hacen pensar, las que educan y sirven para mantener en la memoria los hechos del pasado, las dificultades del presente y los ideales para el futuro.
Entre canciones lanza mensajes a la gente presente, sigue reflexionando sobre la realidad en la que vivimos los habitantes de los países de latinoamericanos.
Presume el tiempo que fungió como ministro de Turismo en su país, período que considera de los mejores años de su vida. “El poder no te corrompe, te desenmascara, porque es entonces cuando demuestras la calidad de la educación que tienes”.
Hacia el final de su concierto, motiva a los cientos de poblanos presentes poniéndose como ejemplo, “es posible hacer un cambio”.


miércoles, 2 de mayo de 2012

Cuando uno quiere hacer las cosas bien, pero las cosas quieren seguir mal

Desde pequeños nos enseñan (o por lo menos pretenden enseñarnos) a ser buenos ciudadanos, dar el asiento a la señora mayor en el camión, no tirar la basura en el suelo, cuestiones por el estilo que en la mayoría de los casos nos entran por un oído y se nos salen por la nariz, porque la otra oreja está taponeada se cerilla.
Pero ¿qué pasa el día que uno se despierta con ese sentimiento de querer hacer las cosas bien? Tan acostumbrada está la gente a que todo mundo hace las cosas de malas o con mala intención que luego no ven las cosas como verdaderos intentos por mejorar un poco las cosas. En lo personal esta semana he tenido dos experiencias, que me orillaron a volver a refugiar mis frustraciones sociales en este pequeño espacio.
Primero fue el lunes, Día del Niño. A eso de las cuatro de la tarde los portales de Puebla estaban atascados de familias que disfrutaban un desfile de botargas de caricaturas para los pequeños. La pobre que escribe estas líneas se dirigía a cargar gasolina, o sea, a comprar café para seguir redactando sus notas, cuando de pronto empiezo a ver mucho humo, lo cual era muy extraño teniendo en cuenta que estaba en la zona del Zócalo.
Después de hacer una inspección visual rápida noté que el humo salía de un bote de basura de los portales, muy cerca de donde se encontraban los padres de familia con sus niños viendo el desfile. Miré dentro y vi un papel ardiendo. Mi primera reacción fue correr en busca de agua, pensando en el riesgo que era eso para todos los presentes, podría no quemarse más allá del bote, pero el humo era suficiente para causar ciertos estragos.
Corrí al café, les pedí un poco de agua y regresé a vaciar un litro de agua en el bote. Al contacto con el líquido empezó a salir más humo, pero el fuego estaba controlado. En ese momento fue que vi con calma a mi alrededor, y vi no sólo a las familias viendo el desfile, vi un grupo de personas que simplemente estaban recargados contra la pared viendo mis esfuerzos por apagar el fuego, y fue cuando me pregunté ¿ellos estuvieron ahí viendo el humo y no hicieron nada?
El segundo caso fue esta mañana. Iba caminando tranquilamente por el centro de la ciudad, cuando de la nada uno de los botes de basura que recién instaló el ayuntamiento se cayó. La gente lo vio y siguió de largo, pero recordé lo costoso que eran esos botes y me dio un poco de culpabilidad no hacer nada, así que marqué al 072, supuesto número al que los ciudadanos pueden reportar cualquier falla en los servicios públicos.
Para empezar, el menú esta revuelto. Te brincan de la opción 2 a la 9, a la 3 a esperar en la línea si quieres ser atendido por un asesor. Dado que ninguna de las opciones hacía referencia a "servicios públicos" esperé a que una persona de carne y hueso respondiera la llamada.
La señorita que me atendió fue de lo más ruda; cuando le dije que quería reportar que uno de los botes se había caído me respondió que tenía que reportarlo a la opción 2, pero cuando le dije que esa era para Alumbrado Público, replicó en tono prepotente que habían cambiado el menú y que esa opción era para servicios públicos.
Volví a comunicarme, marqué la opción que me recomendó la operadora, pero la mujer que me contestó me dijo que no era en esa extensión, sino en Atención Ciudadana, la cual no existía entre las opciones que daba el menú.
Al colgar estuve a punto de mandar a volar el caso, si ellos no se interesan ¿por qué yo si? pero ganó mi parte responsable, y recordé las maravillas de ser reportera. Me comuniqué directamente con la asistente del secretario de Servicios Públicos y le di mi reporte. Si lo llegaron a recoger o no, ya no esperé a ver.
¿Por qué es que cuando uno intenta hacer las cosas de buena fe la gente reacciona de esta manera? Una parte de mi vota por dejar las buenas intenciones a un lado, si la gente quiere seguir viviendo en un cagadero, adelante. Pero gana más mi terquedad, mis ganas de luchar por causas perdidas.
No digo que sea una santa paloma, una ciudadana modelo y un ejemplo a seguir, para nada; simplemente quería reflexionar acerca de cómo la sociedad busca la forma de aplastar los esfuerzos por mejorar tanto el entorno en el que vivimos, como el aspecto personal. Pero, reitero, soy terca, y seguiré en esto.